sábado, 19 de enero de 2013

El problema, el rescate y la preocupación.

 




Se frota los ojos. Le escuecen. Deben de estar rojos.
Se lleva las manos a la cabeza y cierra los ojos masajeándose las doloridas sienes.
Ya no tiene hambre, no tiene sed, ha perdido las ganas de hacer cualquier cosa. Solo piensa en Ernesto, en sus amigas y en su familia. Deben de estar muy preocupados. ¿Les habrá llegado el vídeo? Ojalá que sí. No soporta estar a oscuras un día más.
Escucha unos pasos a lo lejos, se tensa y mira a su alrededor buscando la luz de alguna linterna.
***
Le abren la puerta.
No es una casa muy grade, es más bien normal. La fachada es de un marrón chocolate claro, destaca en comparación con el resto de las casas de la urbanización, totalmente blancas.
La madre de África lo mira, sonríe débilmente. Se nota que lleva llorando un tiempo. Tiene los ojos rojos y la cara sonrojada, además de unas enormes ojeras.

  - Pasa, Ernesto.

 - Gracias.

La mujer se aparta y le deja paso.
Un hombre de apariencia sombría lo mira sentado a la mesa. Bebe café a largos tragos.

 - Cariño, deberías beber otra cosa. No vas a conseguir dormir esta noche.

 - No duermo de todas formas.

 - ¿Quieres una tila?

 - No, no quiero una tila – dice un sequedad el hombre, parece enfadado. Ernesto prefiere no mirarlo a los ojos y lo saluda agachando la cabeza y murmurando un <<Hola>> al que el hombre no presta atención.

 - Siéntate, Ernesto – le propone la mujer señalando el sofá.

 - Gracias.
La mujer se acerca a una estantería y, temblando, saca un DVD de una carátula de una película infantil.
Ella pone el disco y le da al play.
Lo primero que sale es un fondo negro, no se ve nada. Pero al poco, puede verse a la chica. Lleva el pelo suelto, sus enormes y preciosos ojos le piden ayuda desde donde está.
Empieza asegurando que está bien. Luego dice el dinero que había que dar por el rescate y segundos más tarde, aparece escrito en la pantalla el lugar, la hora y la fecha donde hay que entregarlo. 
El descampado a las afueras de la ciudad.
Está bien pensado, en cierto modo. Allí no los verá nadie.

Cuando el vídeo vuelve a empezar de nuevo, Ernesto se gira hacia la madre de su amiga, que está llorando en silencio a su lado.
Siente mucha pena por ella, por toda su familia. Si ya es duro para él, debe ser peor para ellos.
Se pasa una mano por el pelo y espera a que la mujer se tranquilice.
Ella se levanta, va al baño, se lava la cara y vuelve al sofá.
El padre deja con fuerza la taza de café sobre la mesa y se levanta.

 -No puedes decirle a nadie que viste el vídeo, ¿entendido?

El chico da un brinco y lo mira. Aquel hombre le da miedo.

 - Sí.

 - Bien. Y, sobretodo, ni una palabra a la policía. Ni siquiera saben que le hicimos una copia al vídeo antes de entregárselo.

 - ¿Para qué?
En ese momento suena el timbre. La madre se levanta y va hacia la puerta, el padre se apresura a apagar la televisión.

 - Necesitamos ver el vídeo para pensar que está bien todos los días.

Con bien se refiere a viva , pero el chico no dice nada. Intenta cambiar ligeramente de tema. 

 - El dinero hay que entregarlo mañana.

 - Lo sé.

 - ¿Tienen el dinero?

 - Nos falta un poco, aunque hemos recibido mucha ayuda... te agradecemos mucho que nos ayudes, de verdad – dice el hombre mientras saca el vídeo del lector de DVD's y lo vuelve a guardar.

 - No hay de qué. Como ya le dije a su mujer: todos queremos que vuelva África.

 - Claro, claro.
Un policía entra entonces en el salón. Mira seriamente a Ernesto unos segundos y luego saluda a ambos presentes.
La madre de África aparece después y la hermana mayor de la chica y una amiga de esta bajan las escaleras para escuchar las noticias del policía.

 - Tenemos otra pista. Bueno, no estamos seguros... - muestra unas fotos y las enseña a la familia y finalmente al chico - ¿es suyo?

 - Sí – afirma finalmente la hermana mayor viendo las imágenes del móvil de África - ¿dónde lo encontraron?

 - En la calle, junto a la rueda de un coche aparcado. Fue una suerte que el dueño no utilizase el coche estos días, porque lo hubiera aplastado totalmente.

 - Se le habrá caído, ¿no? - dice la amiga de Lidia.

 - Es posible – el policía hace una pausa y toma aire antes de volver a hablar - Pensamos que los secuestradores la llamaron en algún momento y que ella no dijo nada al respecto (hay muchos casos parecidos) , o que estuviera hablando con alguien antes de ser secuestrada.

 - La última persona con la que habló fue su director de coro, ya se lo dijimos - dice la madre de la chica, cabreada. A pesar de que aquel anciano al que ella nunca ha visto con muchas luces fue el último que la vio, los policías no quisieron interrogarle porque veían ilógico que fuese él el culpable del secuestro. 

 - Pero puede que no fue su última conversación, me refiero a telefónica.

 - Bueno...

 - En el teléfono, aparece que su última conversación fue con usted, señora – le dice el hombre muy seriamente.

 - Es posible, la llamé para saber si estaba bien, porque volvía muy tarde – la voz se le va quebrando poco a poco.

 - Está bien. Buscaremos más números de teléfonos, señora. Y, vuelvo a decirles que no se preocupen, todo irá bien. Han hecho bien en acudir a la policía y les aseguro que no tendrán que pagar nada por el rescate de su hija y que ella volverá sana y salva.

 - Gracias... señor.

 - De nada. Buenas noches.

 - Buenas noches.
Cuando el policía desaparece por la puerta, Ernesto mira preocupado el reloj. Son casi las diez menos cuarto, ¡y tenía que estar en su casa a las nueve!
Se despide, da sus condolencias una vez más y de nuevo, las gracias y sale corriendo de la casa.
Suerte que el policía aún no ha salido de la urbanización. Lo llama y corre para ir junto a él.

 - ¿Puedo ayudarte en algo? - le pregunta el hombre con pesadez.

 - Es ya muy tarde y llego tarde a casa... no quiero que mis padres se asusten por todo este asunto...

 - Sube al coche, yo te llevo – dice el policía sonriendo de medio lado, lo ha pillado justo cuando terminaba su turno.

 - Gracias.
Ambos suben al coche.
Ernesto procura ser lo más correcto posible y respetar todas las normas de seguridad: se sienta en los asientos de atrás y se coloca bien el cinturón, se sienta recto y mira hacia el frente.

 - ¿Conoces a África?

 - Sí, es una amiga mía.

 - Ah. ¿Os lleváis bien?

 - Creo.. que sí... - contesta el chico, que no se esperaba las preguntas.

 - ¿Te hablo de algo o de alguien extraño?

 - No.

 - ¿Seguro?

 - Seguro.

 - De acuerdo. Ahora, ¿ dónde vives?
***
Adrián se sienta con pesadez en el sofá.
Sus amigos lo han seguido hasta el interior de la casa. Ninguno a dicho una palabra.

 - ¿Vas a decir algo? - le pregunta Leo con un claro enfado.

 - ¿Sabíais que la habían secuestrado?

 - No contestes a mi pregunta con otra pregunta.

 - Contesta primero a la mía.

 - La respuesta es sí – dice Guille, que está cruzado de brazos apoyado en la pared - ¿porqué nos dejaste plantados y porqué no volviste a casa?

 - No quiero contestar y creo que ya os imagináis las respuestas...

 - ¡No nos han dado el dinero, Adrián! - le grita de repente Alberto. El chico lo mira extrañado y se sienta muy tenso y recto, es la primera vez que lo ve enfadado con él.

 - Lo siento...

 - ¿Lo sientes? ¡¿LO SIENTES?! - la voz de su amigo retumba en las paredes. Parece que le va a explotar la cabeza de un momento a otro - ¿No te das cuenta de lo que has hecho? ¡Era nuestra oportunidad, el sitio perfecto!

 - ¿Perfecto? ¡Estaban todos borrachos!

 - ¿Y qué? Hubiéramos destacado como nunca. Hubiese sido nuestro día.

 - Fuiste muy egoísta – añade Mario – yo necesitaba ese dinero, estoy ahorrado para comprar una guitarra nueva. Tu decisión nos incluía a nosotros y te lo tomaste a la ligera - hace una pausa - No solo eso, sino que llevas semanas obsesionado con una desconocida y pasando literalmente de todos nosotros.

 - ¡Ya he dicho que lo siento, dejadme ya en paz! - empieza a mosquearse Adrián.
 
 - ¡Te da rabia que tenga yo razón! - le grita Mario, es el que parece más afectado ahora – No se puede confiar en ti. Eres un egoísta, un traidor, un imbécil, un...

 - ¡Me dio un ataque de ansiedad anoche! - grita de repente el chico, que ya no soporta tanto ruido, le duele la cabeza. Se deja caer de nuevo en el sofá y se tumba, ocupando todo lo largo de este.

 - ¿Qué?

 - Me dio un ataque y me desmayé. Una chica me llevó a su casa y cuidó de mí.

 - ¿En serio? - Mario ya parece más preocupado que otra cosa.
Adrián les da la espalda desde el sofá. Ellos siguen hablando, aún le guardan rencor, pero se les pasará, lo sabe. Cierra los ojos. No aguanta más el sueño aún habiendo dormido más de tres horas de lo normal.
El teléfono suena, interrumpiendo a los cinco chicos.
Adrián estira un brazo y lo coge, descuelga el teléfono aún tumbado y contesta a la llamada.

 - ¿Hola?

 - Hola. Soy Fernando, el amigo de tu padre. Te llamo para avisarte de que, como no pagáis las facturas de luz, os la van a cortar.

 - Eh... Yo... Mi padre no está... - recapacita después sobre lo que acaba de decir. Su padre no hablaría con la compañía de la electricidad aunque lo estuviese – Pero está bien, gracias por avisar.

 - De nada Adrián, he hecho lo que he podido, pero cuando la gente lo paga... no se puede cambiar nada. El ultimatum os lo dimos hace semanas.

- Lo sé, gracias. 

Ambos cuelgan al mismo tiempo.

 - Era un amigo de mi madre que trabaja en la central, van a cortarnos la luz. Mañana seguramente lo harán con el agua y el gas...

 - La policía vendrá a comprobar que todo está bien cuando pase una semana más o menos – dice Mario frotándose la barbilla.

Adrián gruñe mientras hunde la cara en un cojín, notando las miradas de pena de sus amigos. 

***

La luz la volvió a cegar y África tembló de frío y miedo. Había entrado brisa por la puerta, parecía que fuera estuviera granizando. Volvió a ver al hombre de negro con el pasamontañas. Él le tendió el agua y la comida, que África cogió con ganas.

 - Más te vale que mañana tengan tus padres todo el dinero preparado. -la amenazó.

África notó un escalofrío. Sabía que sus padres no tenían tanto dinero como para eso, y no sabía si habrían podido recaudarlo todo. El intercambio sería al siguiente día a las diez de la noche, lo sabía porque ella misma lo había mencionado en el vídeo. Tragó saliva. Terminó la comida y el hombre cogió la bandeja, en la que sólo había tenido pan duro y agua.

 - Bien... -dijo- y ahora reza lo que sepas para que tus padres te quieran lo bastante.

El hombre se fue. África lo sabía, sabía que sí, que sí la querian. Pero le preocupaba lo del dinero bastante... ¿Habrían acudido al final sus padres a la policía? ¿O tendrían el dinero? O... ¿a lo mejor ése era su último día con vida? Se estremeció y tragó saliva. Prefería no pensarlo.

***

Las amigas de África estaban reunidas en la esquina de la clase, en unas mesas, y hablaban sobre ella. Todas estaban muy preocupadas y con nudos en la garganta. Ernesto había dicho días antes en la clase su idea del dinero, y todos habían intentado ayudar aportando algo de sus ahorros y pidiéndoselo a sus padres. Pero se habían enterado de que aún faltaba algo.

 - Tenemos que hacer algo. -dijo Mª del Mar, la niña de la radiante sonrisa del otro día, una que no solía hablar mucho.

 - Sí, ya lo sabemos. -dijo Blanca. Estaban un poco aturdida de que hubiera saltado hablando de repente- Pero ¿el qué? Ya hemos hecho todo lo que podíamos.

Almudena asintió con un ruido de la garganta. Tenía muchas ojeras y lo estaba pasando fatal por su amiga. La primera chica suspiró.

 - Pues yo no sé... Pero hay que conseguir hacer algo más.

 En ese momento llegó Ernesto y se acercó a ellas. Saludó y Mª del Mar se puso un poco roja. Era muy tímida, y casi hasta más con los chicos. Una de ellas le preguntó que cómo iban.

 - Pues bueno... -dijo él, también tenía el rostro cansado- Todavía les falta algo, y el entrego es hoy por la noche.

Algunas de las chicas se mordieron el labio inferior, y otras suspiraron y se taparon la cara con ambas manos. 

 - Pues bueno... -dijo Mª del Mar, cogiendo acopios de su valor para poder hablar- A mí este año los Reyes van a regalarme un Blackberry y un nuevo juego de ordenador, podría intentar venderlos y haber si consigo algo.

 - ¿Harías eso por ella? -le preguntó Almudena.

 - Sí... ella lo necesita. Y yo podré volver a mi viejo ladrillo de Nokia, total, tampoco está tan mal. -la chica le dirigió una media sonrisa por su detalle- Los tengo aquí, porque ya se me había ocurrido antes la idea y... podría intentar venderlos antes de esta noche y llevárselos a la casa de África. ¿A qué hora dices que es? -le preguntó a Ernesto.

 - Tú intenta llevárselos antes de que acabe la tarde.
Ella asintió. Llegó el profesor y se sentaron.

***

Llamaron a la puerta y Lidia la abrió, tenía los ojos llorosos. En el umbral aparecieron Almudena y otra de las amigas de África

 - Ah, hola. -las saludó. Había esperado que fuera la policía. Ellas saludaron- ¿Qué queréis?

 -Hemos... hemos traído un poco más de dinero, -le dijo Almudena tendiéndoselo. Mª del Mar asintió- toma. Espero que ya sea los suficiente...
Lidia lo examinó y lo contó.

 - Y espero que estéis mejor...

Una frase hecha que se arrepintió de haber dicho. 

 - Sí... un poco, gracias. Sólo esperamos que África vuelva pronto y sana y salva a casa. -notó que se le volvían a saltar las lágrimas y se pasó las manos por los ojos. Miró el dinero- Gracias. -les dijo- Muchas gracias.

 - Ellas asintieron y se fueron. Lidia entró de nuevo en la casa. Sonrió de medio lado. Junto con el dinero que ella había ganado esa mañana vendiendo cosas suyas y de Elisa que habían encontrado por sus casa, ya lo tenían todo. Esas cosas les traían muchos recuerdos de su infancia y juventud; pero lo darían todo por África.
***

Los chicos habían buscado información en internet, y se encontraron con que, en cuanto cortaran la electricidad, el agua, el gas y alguna otra cosa, la policía se enteraría y registrarían la casa para ver en las condiciones en las que vivía el chico. En cuanto vieran a su padre borracho o sin aparecer casi todo el día en la casa, les darían más motivos a favor de quitárselo al padre. Y, para colmo, si se fijaban en las notas de Adrián, habiéndolas suspendido todas, sabrían que el hombre apenas hacía caso al chico ni se preocupaba por sus estudios. Y entonces adiós banda, adiós amigos, adiós padre, adiós a la vida que él conocía. Y adiós a la posibilidad de poder volver a ver a África si es que sus padres la recuperaban. Tenían que hacer algo, había que impedirlo. Adrián no quería vivir en un orfanato, y sus amigos no querían perderlo.

***

Llegó la policía y les dijo que no habían conseguido encontrar en el móvil nada. Les dijeron que, esa noche, ellos mismos irían al descampado a las afuera de la ciudad y pillarían a los secuestradores. Alguno de ellos iría como cebo, y dejaría un saco (sin el dinero) tal y como ellos les habían indicado que hicieran con la bolsa del dinero. Lo atarían bien para que los hombres no se preocuparan en abrirla hasta que no volvieran a su cuartel, y meterían dentro un localizador por si se les escapaba poder encontrarles. Se despidieron y la policía se fue. Horas más tarde, sobre las seis, apareció un hombre vestido de negro, con una capucha bien calada, en la puerta. La madre de África entreabrió la puerta con miedo y le preguntó que qué quería.

 - Hemos descubierto que le dieron el vídeo a la policía -su voz sonaba grave y fuerte- y no nos gusta. Llevaremos a la chica a otro sitio, donde ustedes llevaran el dinero. E irán solos. Si no... -se pasó la mano por el cuello haciendo un ruido de crujido. La mujer se estremeció- No podrán avisarles, ni decir nada a nadie. Tendrán un espía aquí vigilándoles, y les tenemos las líneas de internet y telefónicas pilladas. -se giró a irse, pero después se volvió- Ah, y, por cierto: no les servirá de nada seguirme, yo ni siquiera estoy en todo esto. Me pagaron para que se los dijera, ni siquiera sé del todo de que va toda esta artimaña. -se acercó, acordándose de que aún no les había dicho ni el lugar ni la hora, y le susurró- Esta noche, a las nueve, al lado del parking del centro comercial abandonado “Bak-ins”. Por el lado de la montaña. -se fue.

La mujer cerró la puerta y se fue a llamar a su marido corriendo.

***

África había conseguido por fin quedarse un rato durmiendo y un fuerte tirón en el brazo la despertó con un sobresalto.

 - Vamos. -le ordenó el hombre enmascarado entre dientes.

Ella se levantó, muy a su pesar, y le pusieron una venda en los ojos. Después dio un respingo al notar que le ponían un trapo en la boca. Otra vez aquél somnífero.

Cuando África se despertó, varias horas después, notó que estaba en un coche por el ruido de las ruedas y el motor. Seguía teniendo los ojos vendados, así que no veía nada. Sólo de vez en cuando una pequeña línea de luz por alguna farola que pasara cerca. El aire acondicionado estaba muy fuerte, y ella empezaba a pasar mucho calor a causa de la venda, el aire y el sudor causado por el miedo que la recorría por dentro. Notó que el hombre a su lado le quitaba el cinturón y la giraba de golpe hacia el lado de la puerta. La sujetaba por las muñecas. Unos segundos después, le quitó la venda del tirón, abrió la puerta y la tiró del coche, que aún seguía en marcha. Justo antes de caer, vio que por la puerta delantera entraba un hombre con una bolsa en la mano. Calló al suelo y el coche se fue a su mayor velocidad, sin que a ella le diera tiempo a ver ni la marca del coche ni la matrícula.
Los secuestradores la habían soltado,no sabía por qué, pero lo habían hecho. Por fin podría volver con su familia y con sus amigos. Por fin. Al final, había tenido suerte.

***

África pasó la Navidad con la rodilla fracturada por culpa del golpe que se dio al tirarla los secuestradores del coche en marcha. También tenía un poco de trastorno alimenticio, pero en seguida se le curó comiendo bien. Sus padres habían metido entre el dinero un localizador, y la policía buscaba a los secuestradores con esa pista. El problema era que ahora tenían miedo de salir solos a la calle (o de que alguna de sus hijas lo hiciera) por si ellos lo habían descubierto y querían vengarse por ello.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta!Cuando vas a poner el siguiente?Lo estoy esperando :3

Elena dijo...

Muchísimas gracias cielo. Te lo agradezco mucho, de verdad ;)

Elena dijo...

Muchísimas gracias cielo. Te lo agradezco mucho, de verdad ;)