Muchas veces, confundimos a extraños con raros. Las personas extrañas, que no conocemos, simplemente son eso, desconocidos, no sabemos nada de ellos, lo que han pasado o cómo son, muchas veces desconocemos incluso su nombre, y por ello, criticamos, no nos damos cuenta de lo que eso puede llegar a doler, que sin saber, el resto del mundo habla mal de ti, porque cometiste el error de ser amigo de alguien que no debías, o hiciste algo que a nadie le pareció bonito, pero son personas, y en algún momento, si no hubieras actuado de una forma, o alguien hubiese actuado por ti, podría haber acabado siendo tú esa persona maltratada por la sociedad.
Blanca observa al chico al que unas chicas mayores que él, con pintas de zorras acosan por la calle.
Debe de pasarlo mal.
Victor enciende la radio. Suena Carry On de Fun. El joven mueve la cabeza hacia un lado.
-¿Te gusta esta canción?
-No está mal.
Él la mira unos segundos antes de seguir mirando hacia la carretera.
-¿Qué miras?
-Al chico de allí.
Victor la mira imitando la expresión de un niño enfadado.
-¿Te gusta él?
Ella le da un codazo con tan poca fuerza que lo hace reír.
-No seas tonto... - dice ella - No es eso, es que le están molestando.
Victor lo observa entonces también. Se acerca un poco más a la acera en la que está y les pita a las chicas.
-¡Eh, dejadlo en paz!
Ellas lo miran algo sorprendidas, pero se alejan.
Blanca se gira rápidamente hacia el joven, incluso más sorprendida que ellas.
-¿Cómo...?
-¡Victor! - sonríe el chico. Tiene una sonrisa preciosa. Blanca se da cuenta entonces de su parecido con el joven.
-Hola, Mario. ¿Estás bien?
-Sí, sí. En realidad no me estaban haciendo nada. Solo querían el teléfono de Adrián.
-No me digas.
El chico asiente con un movimiento seco de cabeza y sube al coche.
Saluda a Blanca.
-Hola... ¿Blanca?
***
-...Yo... solo
quiero que no me deje sola otra vez... La primera vez no me dijo que
le gustaba, mientras que él a mí sí, y al no
decírmelo él, no pudimos salir juntos, y ahora...
-¿Has pensado
que podrías habérselo dicho tú?
-¡¿Yo?! - puso
cara de estar completamente en desacuerdo, casi enfadada - ¿Cómo
quieres que YO se lo diga a ÉL?
-Pues te acercas
y le dices: Adrián, me gustas...
-¡Claro, y me
dice que yo a él no y no vuelvo a verle! - dice África con un falso
entusiasmo.
-No, África, no
lo entiendes... - ella hace una mueca irónica – Muchas veces, a
los chicos les da el mismo miedo que a las chicas en lo que se
refiere a pedirle salir a alguien.
-Pues según lo
que yo he visto, muchas veces no es así.
-No te entiendo.
-Tú, le pediste
salir a Almdena, tú, le pediste salir a Blanca, tú, me pediste
salir a mí...
-En realidad yo
no te pedí salir, fui y te besé, lo que fue mucho más eficaz.
-Ya, bueno,
aunque hiciese falta que me secuestrasen para que te fijases en que
existía siquiera en un mundo muy lejano al tuyo.
-¿Qué?
África lo mira tristemente. Él la mira a los ojos unos segundos y después aparta la mirada, algo sorprendido, pero en silencio.
Entonces ella
entiende que había hecho mal al hablar del tema, y decidió hablar de otra cosa:
-Entonces, ¿tú
crees que debería ir a su casa y pedirle salir?
-Sí.
-¿Y si me dice
que no?
-No pierdes
nada.
-¡Sí que lo
pierdo! - ella se levanta y se alisa los pantalones vaqueros. Ernesto
la observa unos segundos - ¡Si no le gusto no querrá volver a verme
para evitar situaciones incómodas!
-¿Consideras
realmente que todo lo que ha hecho es porque no te quiere?
África mira el
suelo. Balbucea un intento de algo suficientemente creíble como
escusa, en vano.
-A mí no hace
falta que me convenzas, África. Hazlo, si sale bien, perfecto, pero si
sale mal, ya tienes una experiencia más, una lección y estarás
igual que ahora solo que sin el estrés.
-A cambio tendré
una depresión.
Ernesto sonríe
tristemente y se levanta. Sin darle tiempo a ella para apartarse, la
abraza.
-Todo va salir
bien, ¿de acuerdo?
-Va...vale.
Cuando por fin
la suelta, le sonríe.
-Intenta ponerte
ese perfume con olor a lavanda que llevas puesto hoy, huele realmente
bien – dice antes de darle un apretón en el brazo y alejarse
escaleras arriba mientras suena el insoportable pitido de la campana,
anunciando otras tres horas de clase.
***
-¿Lo has
pensado bien? ¿Estás totalmente segura?
-Sí.
-¿Crees que
podrás hacerlo?
-Sí.
-Muy bien, pues
arriba – dice Esteban tendiéndole una mano a Maite, que se levanta
aceptando de buena gana su ayuda y se obliga a mantenerse de pie.
El chico la
agarra de la cintura para ayudarla a ir hasta el salón, donde Elisa
espera impaciente eso tan importante de lo que deben hablarle.
Ella piensa que
es algo sobre las autolesiones de Esteban, que pronto mejorará, y
que todo volverá a ir bien, no se imagina nada fuera de lo
normal.
Su novio y Maite
aparecen en el pequeño pero elegante salón, ella arrastrando los
pies por la alfombra y él ayudándola a andar hasta su sillón de
las consultas. Uno negro, de cuero, elegante y estrafalario al mismo
tiempo, pero insoportablemente cómodo.
Maite tiene un
aspecto horrible, hay que decirlo. Lleva consigo a todas partes un
cubo azul (para posibles emergencias en su estómago) además de
tener una fregona apoyada en una pared de cada habitación.
Está pálida
como nunca antes la habían visto y tiene unas profundas ojeras que
destacan bastante bien lo oscuros que parecen sus ojos después de
varios días sin dormir, sin comer y sin beber nada.
-Te aconsejo que
vayas rápido, Maite, pareces realmente enferma.
-Sí, el médico
dice que no es más que una gripe intestinal. Deberíais más bien
preocuparos por vosotros, no quiero contagiaros – dice ella con una
voz muy cansada y ronca.
Ninguno dice
nada, pero Elisa carraspea. Claramente le molesta que los haya citado
estando ella enferma y con riesgo de contagio. Es un poco maleducado
por su parte.
-Bueno, quería
contarte algo, Elisa, que he estado guardando en secreto – empieza
a decir Maite con voz triste y apagada. No puede mirarla a los ojos,
ni siquiera mirar sus desgastadas convers rosas que casi siempre
llevaba, que le dan una imagen algo más infantil de lo que es
realmente, y que la hacen más adorable aún – Un secreto que te
incumbe, es más, tiene que ver directamente contigo.
-Vale – dice
ella entre preocupada y ansiosa – cuéntame.
-No puedo
hacerte prometer que no te enfadarás porque es improbable que no lo
hagas, porque estuvo fatal, lo pasé mal y... me arrepiento tanto...
Al contrario de
lo que se esperaba, Elisa no la interrumpe, no dice una sola palabra.
Así que cuando Maite se da cuenta de que no puede decir ni una
palabra más que no sea lo ocurrido entre ella y el novio de su mejor
amiga, la mira directamente a los ojos, buscando cualquier sensación
que le dé ánimos para seguir.
Elisa, le
devuelve la mirada, le sonríe nerviosa, al menos intentando apoyarla
y le dice:
-No sé si sería
mejor dejarlo pasar, Maite. Estás enferma, y no es un buen
momento... - la joven traga saliva – tengo que admitirte, que fui
al baño, el día en que vomitaste, y vi todas esas pruebas de
embarazo...
Esteban se tensa
muchísimo, cosa que Elisa entiende como que no debería seguir
hablando, por miedo a herir a Maite, aunque más bien, él no quiere
herirla a ella.
-Esas pruebas de
embarazo, dieron positivo, Elisa, tienes razón que no es un buen
momento, pero necesito hablarlo contigo, porque de verdad que gracias
a mí estás metida en el problema hasta los hombros, y dudo mucho
que puedas salir...
Elisa se levanta
y se acerca a ella lentamente. Está bastante seria, pero en cambio
se coloca frente a su amiga y le da un abrazo.
-Está bien,
Maite. Dímelo, te prometo que te ayudaré con esto. Seré tu apoyo,
cariño. Todo va a salir bien – se aparta de ella y le seca una
lágrima con el dorso de la mano – Cielo... ¿sabes quién es el
padre?
-Ajá –
contesta Maite con voz asustada y llorosa.
-¿Y lo conoces
bien? - pregunta. La joven asiente lentamente – Bien, porque
así será mucho más fácil. Si decides tener el bebé tendrás que
hablarlo con él para que te ayude, no puede dejarte sola, es una tarea demasiado dura. Además tendrá que ayudarte con los
gastos que supone – Esteban se torna pálido -, el cuidado del bebé
y los tuyos propios durante el embarazo y después de este, por
supuesto.
-Sí... el caso
es que no creo que pueda...
-¿Por qué no
iba a poder? Al fin y al cabo es su culpa también, ¿no?
-Es que tiene
novia, Elisa.
Ella sonríe.
-Estás hecha
todo una zorra, chica – le dice dándole un codazo amistoso – Y
él, vaya tío...
-Fue más bien
por despecho... aún estoy algo triste por lo de Hugo...
-Claro, claro –
le dice acariciándole el brazo - Bueno, pues lo llamamos enseguida
entonces, ¿me das su número, y hablo con él?
-No hará falta
que lo llames – interrumpe Esteban a Maite, justo cuando ella
intentaba seguir con la mentira – Soy yo el que la ha dejado
embarazada.
***
-¿¡SE HA IDO!?
-Sí, y me ha
dejado sola con Esteban, necesito que vengas, por favor.
-Voy en seguida,
tranquila.
A los pocos
minutos, Hugo estaba delante de la puerta. Maite le abrió la puerta
y él la abrazó.
-Estoy encantado
de volver a verte – le dijo, sin hacer caso al mal aspecto que
tenía.
-Gracias, yo
también a ti.
Lo hizo pasar y
pudo ver a un desconsolado Esteban, llorando en silencio sentado en
el sofá.
Hugo apretó los
dientes y se sentó frente a él.
***
-Afri, es un
chico, que pregunta por ti.
-¿Un chico? -
dice ella confusa.
-Sí – dice su
padre de mala gana.
La chica coge el
teléfono. Ni siquiera lo piensa, supone que es él.
-¿Adrián?
-¿Cómo lo has
sabido, si ni siquiera te he hablado?
-Esperaba que
fueses tú, simplemente.
Le pareció
escucharlo sonreír.
-¿Te viene bien que nos veamos ahora? Quiero arreglar lo que pasó, si no te
importa.
-Está bien –
África se pone seria, intentando parecer algo enfada, aunque está
demasiado contenta de que la haya llamado.
-¿Te apetece ir
a tomar un batido?
-Perfecto.
-Me alegro –
Adrián tiene una voz demasiado...seductora. Es tan especial, tan
atrayente -. Te recojo en media hora.
-¿Tienes mi
dirección?
-Sí... - escucha a la chica carraspear, algo incómoda - Una larga
historia, no pienses que te vigilo.
Ella ríe
suavemente. Se sienta sobre la cama y mira por la ventana. Parece que
no lloverá hasta más tarde, tendrán mucha suerte.
-Está bien,
Adrián, nos vemos en media hora.
-Gracias, de
verdad.
Ella sonríe. Y
cuelga después de escuchar que el chico resopla de alivio.
Da un brinco
sobre la cama, corre hacia el armario y saca un vestido beige de encaje, una torera vaquera y unos botines.
Se viste
rápidamente, se peina y se maquilla un poco para darle más densidad
a sus pestañas y destacar sus ojos.
Suena el móvil,
está deseando que sea Adrián diciéndole que la espera en la
puerta, pero es Ernesto.
Suspira, pero lo
coge.
-Dime.
-¿Qué tal?
¿Has hablado con Adrián?
-Mmmm sí.
-¿Y...?
-¡He quedado
con él ahora mismo!
-¡Te dije que
todo iría bien!
-Sí, es verdad.
Ernesto sonríe,
y ella lucha con todas sus fuerzas por no bostezar.
-Bueno, solo
llamaba para eso. Me alegro por ti, África.
-Gracias...
-Adiós.
-Adiós.
¿A qué viene
eso? ¿Desde cuando Ernesto se interesa por ella? Es todo demasiado
raro...