domingo, 12 de enero de 2014

One Day



Significa la unión perfecta de los opuestos.

-Así que ahora... estamos saliendo.


-¡Felicidades! - se alegra Alberto.


-Muchas gracias.


-Estarás contento – dice Guille algo serio –, es una buena chica.


-Vale la pena – dice Adrián encogiéndose de hombros.


Leo y Alberto se sonríen entre ellos.


Mario llega en ese momento. El local está lleno de gente, apenas pueden escucharse sin tener que gritar.
El chico se acerca sonriendo y le aprieta el hombro a Adrián antes de sentarse a su lado.


-Siento llegar tarde – dice, cogiendo aire.


-Parece que vengas corriendo.


-Hay un hombre enorme en la puerta, y no me dejaba pasar. Notó que no llego a los 17 – explica - Tuve que escabullirme entre la gente, pero me perseguía hasta hace unos segundos... - dice girándose hacia atrás. Esquiva el codo de una chica que está bailando a su lado.


-Tendremos cuidado al salir de aquí. Si nos ve contigo no nos volverá a dejar entrar.


-Vaya, que simpáticos.


Leo ríe antes de dar otro sorbo de su bebida. Es la única, a parte de la de Guille que lleva alcohol, y ya lleva dos.
Adrián le sonríe de medio lado, preocupado. Recibe otra sonrisa a cambio.


-Hola – dice una chica tocándole suavemente el hombro a Leo - ¿quieres bailar?


Leo se gira, la mira a los ojos unos segundos, se acerca a ella y le susurra algo al oído.
La joven se marcha después de sonreírle.


-¿Qué acabas de hacer? - le pregunta Mario mirándolo fijamente.


-No tengo ganas de bailar con una desconocida que tiene cuatro años más que yo y me supera en altura – dice Leo mirando la hora.


Guille, viéndolo, la mira también.


-Me tengo que ir ya – dice levantándose .


Alguien sube el volumen de la música, provocando quejas de todos los que están a su alrededor, empieza a ser molesto.


-¿Ya te vas? - le pregunta Alberto desinteresadamente.


-Sí, lo siento. Tengo algo que hacer – dice aún serio. Se dirige a Adrián –. Me ha encantado volver a verte.


-A mí también.


-¿Vendrás a los próximos ensayos?


-Sí, creo que no habrá problema.


Guille sonríe fríamente y se aleja de ellos después de despedirse con un asentimiento de cabeza.
Adrián lo observa alejarse en silencio.


-Que raro...


-Le pasa algo. Últimamente está muy borde.


-Guille siempre ha sido borde.


-Bueno, si no lo quiere contar, es decisión suya – dice Adrián apretando los dientes – pero me preocupa bastante. Parecía agobiado.


***


Guille se pone la sudadera de Vans encima de la camiseta negra que se le ajusta ligeramente en los brazos y el pecho.
Fuera hace frío.
Es un verano bastante común allí, pero sigue sin poder acostumbrarse a dormir con una manta en pleno mes de Junio.
Ya está justo en frente de la salida.
El hombre que controla las entradas lo mira de reojo, algo extrañado.
Normalmente, no debería haber salido tan pronto, ya que la entrada es bastante cara y el resto del mundo suele aprovechar el tiempo dentro del local hasta casi el cierre.
Saluda al gigantesco portero que ha perseguido a Mario con la cabeza y se aleja calle abajo.


***


África entra en el aula. Nerviosa. De nuevo llega tarde.
La estresa que incluso en verano, llegue tarde a los ensayos.


-¿Se puede?


-¡África! ¡Otra vez tarde!


-Sí... lo siento... - dice ella con aire dubitativo.


-Esta ya es tu tercera vez en dos semanas, África... Empieza a ser demasiado.


-Lo siento, de verdad.


El hombre le hace un movimiento de cabeza, la deja pasar. No sabe lo que le pasó, ninguno de los demás cantantes del coro lo saben.
Se pone en su sitio, en la esquina de la primera fila, en la primera voz.


-Tu solo es dos compases más tarde, hemos añadido un pequeño solo de violín antes – la avisa el director. Ella asiente.


El director del coro alza el brazo con suavidad, comienza a marcar el tiempo, y la música y el coro al completo empieza a sonar.


Llega su solo. Respira profundamente y da un paso hacia adelante.
Piensa en Adrián, en que le ha dicho dónde estaría y a qué hora, en que el no ha podido ir a verla... siente un escalofrío. No lleva el móvil por si llegase a pasar algo. Se asusta.


Al intentar cantar, se olvida de la letra.


Adrián no va a recogerla. Vuelve sola a casa, andando, de noche. Los ensayos no deberían ser tan tarde. Tira de las mangas de su jersey beige y mira sus botas. No hay nadie en la calle a estas horas que pueda ayudarla si pasase algo.


-¿África? ¿Estás bien? - el hombre se acerca a ella. Nota las miradas de todo el mundo mirándola.


Se echa el pelo hacia un lado y se pone la chaqueta.


-Tengo que irme – dice mirándolo a los ojos antes de desaparecer rápidamente.


***


Verónica está concentrada en cada persona que aparece en la plaza, así que lo ve llegar. Cuando él no la mira, aprovecha para volver a repetirse la pregunta: ¿es una buena idea? Es verdad que está desesperada y no quiere estar sola mucho más, le asusta la idea de quedarse sin pareja durante el verano. 

Lo ve cada vez más cerca y se tira del vestido hacia abajo para resaltar más sus pechos. Aprieta los labios y sonríe a Guille.


-Buenas noches – dice él muy serio. 

Si ella llevase unos tacones un poco más altos, lo superaría en altura. Verónica lo mira de arriba a abajo, va vestido... como un adolescente... El adolescente que es en realidad, pero esperaba algo mucho más formal. Y esa manera de saludar... que seca. 
Lo mira a los ojos unos segundos, después mira su nariz y su boca y termina por el bulto de los pantalones en la entrepierna, y se olvida de los defectos. Es perfecto. 
Va a pasar la noche un adolescente salido que probablemente fuma, bebe, se droga y tiene sexo continuamente por venganza hacia sus padres y que seguramente es muy bueno en la cama. La sonrisa no se le podrá borrar de la cara en semanas.

-¡Buenas noches! - le da dos besos con rapidez en las mejillas, uno de ellos demasiado cerca de la boca.

-¿Quieres que vayamos a algún sitio en especial?


-La verdad es que hay un parque por aquí que está muy bien, mis amigos están ahí.


Guille le sonríe. Y acepta la invitación.


¿Qué edad tendrá, 17? Dieciocho como mucho. Se muere por preguntarle cuál es la razón por la que realmente hace esto. Y la verdad es que ella está muy bien, es delgada desde siempre, no le falta ninguna curva ni le sobra absolutamente ninguna. 
Observa el reflejo de los dos en los escaparates de las tiendas por los que pasan al lado. La imagen es bastante ridícula. Parece una zorra. El vestido no podía ser más corto ni más ajustado, y por suerte los tacones se le rompieron ayer en una discoteca y lleva unos tacones tan bajos que podrían ser planos. Se nota la diferencia de edad, y eso le gusta. 
Guille es un chico guapo, parece enfadado, y está dispuesto a acostarse con una chica de 25 años por cualquiera que sea la razón. 

-Ya estamos – dice ella bastante contenta conforme ambos entran en los jardines del parque.


El olor a tabaco, y a porro mezclado con los ruidos que provienen de un árbol cercano le dicen que está en lo cierto.


Se acercan a un grupo de chicos de su edad o mayores, que le entregan una botella de cerveza al momento.


Guille le compra un paquete de cigarrillos a uno de ellos y empieza a fumar y a beber. Verónica hace lo mismo.


Se miran a los ojos unos segundos.


-¿Tu casa está por aquí cerca? - le pregunta de repente.


-Sí, vivo aquí al lado- le responde ella con voz rota por la cantidad de cigarrillos que ha fumado.


Guille se acerca a ella y le sopla el humo del tabaco en la boca antes de besarla con fuerza. No podría besarla de esa manera sin estar completamente borracho, no son maneras, no demuestran respeto hacia la otra persona... pero sabe que su relación no es una relación de verdad.


Aunque ella le pide más y le acaricia los brazos, él simplemente se ocupa del beso, no la toca, ni la acaricia. Un beso frío pero que pide más. 


Ha pasado ya la media noche. 


-Vamos a tu casa - dice con los labios hinchados. 

***

Empieza a escuchar ruidos y gemidos en el piso de arriba. La zorra que vive arriba ya está acostándose con uno diferente a la noche anterior, espera que sea el definitivo. 

-Ten cuidado, pequeña inconsciente -  dice en voz alta a pesar de que es varios años mayor - cuando menos te lo esperas te quedas embarazada o has pillado una enfermedad de trasmisión sexual. 

El ruido no se detiene. 

Hugo duerme en el salón y ella en su cama. Bueno, lo que se dice dormir... 

Se acaricia la barriga. Apenas tiene un pequeño bulto, no se nota que está embarazada. Además de que ha adelgazado unos kilos gracias a su gripe intestinal. No puede ser bueno para el bebé, se estremece al pensar en cualquier problema debido a eso. 

Escucha pisadas en el pasillo y el interruptor para encender la luz de baño, aunque no escucha la puerta que lo cierra. 
Parece que Hugo a escuchado el ruido proveniente del piso superior. 

La puerta de su habitación se abre. Efectivamente. 

-¿Es la vecina de la que me hablaste? - pregunta con voz grave gracias a que se acaba de despertar. 

-Ajá. 

-Debes de odiarla. 

-Más bien es una mezcla de envidia, asco y rabia. 

Hugo sonríe de medio lado. Se acerca a su cama y la destapa lentamente.                              ¿Qué pretende?

-Ven al sofá, allí no se escucha el ruido. 

Maite se levanta lentamente y se encuentra frente a él, ambos se miran a los ojos.

-Hace bastante frío para un pijama de verano, ¿no te parece? 

-Espero que no pretendas que me compre una bata-manta para andar por mi casa. 

Hugo ríe y la empuja con suavidad. 

-¿Dónde vas a dormir tú si yo duermo en el salón? - pregunta de golpe, nerviosa.

-En el suelo. 

-No te voy a dejar dormir en el suelo. 

-¿Prefieres que durmamos abrazaditos en tu cama con los ruidos de fondo? 

No se lo discute más. La verdad es que no estaría mal, otra cosa es que sea posible. 

***

Esteban anda por la calle, distraído. Está borracho. No ha bebido tanto en su vida. Las lágrimas le corren por las mejillas. 

Ha recorrido ya más de media ciudad en lo que lleva de día, calle a calle. Aunque está seguro de no poder recordarlo por la mañana cuando despierte rodeado de basura cerca de algún contenedor. 

Es la hora en la que la gente entra en las discotecas. O sale. Ha tenido el lujo de ver a lo que seguro que serían chicos y chicas que habían quedado con su "novio" o "novia" en algún sitio, y se ha dado cuenta de que todos parecían entre emocionados y cachondos, de ahí que se haya dado cuenta. 

Al pasar junto a la entrada de una de ellas, aguanta las risas de la gente que se burla de él.

Sigue su camino durante no sabe cuánto tiempo antes de desmayarse en una acera. 

***

-De verdad que no entiendo lo que le pasa a Guille.

-Mario, no seas pesado. Si no quiere contarlo ahora, nos lo contará después. 

-Espero que sea antes de que tenga que escapar del país porque lo persigue la policía. 

Adrián suelta un risilla nerviosa. 
Leo lo mira por el rabillo del ojo. 

-Bueno, cuéntanos qué tal es la vida de rico. 

Adrián no entiende a qué se debe la pregunta. 

-Es normal. Quiero decir, no vivo diferente a cualquiera de vosotros - hace una pausa para apartarse y dejar pasar a una pareja de borrachos -. Está claro que no hay punto de comparación con la vida en casa de mi padre. 

-Me lo imagino - dice Alberto apretándole el hombro. 

-Sinceramente, dudo que vivas como cualquiera de nosotros - replica Leo. Adrián frunce el ceño. ¿Qué le pasa? - Quiero decir, que tu nueva familia no tiene problemas de dinero y no está estresada. 

-Tengo que darte la razón. Pero yo no tengo ningún lujo a parte de ese. 

Leo asiente sin estar del todo convencido. 

-¿Es...Esteban? - murmura de pronto el Adrián. Pasa delante de sus amigos y corre hacia el chico que hay tendido en el suelo claramente a la vista. 

Se arrodilla a su lado. Tiene la cara sucia, y el pelo pegajoso. Respira con dificultad. 

-¡¡Esteban!!

Los demás se acercan a ellos dos. 

-¿Quién es? - pregunta Mario.

-¿Qué le pasa? - pregunta Alberto. 

-Necesita ayuda. 

-Yo creo que necesita un hospital - lo corrige Leo. 

Adrián lo agarra de un brazo. 

-Ayudadme a levantarlo - les pide. 

Entre los cuatro, lo levantan. 

-Yo sé dónde vive - dice Adrián - Y la verdad es que está lejos. 

-¿Hay que ir en coche? - pregunta Alberto. 

-Vive cerca de casa de mi padre - dice Adrián estremeciéndose ante el peso y el olor del chico. 

-Sigo pensando que es mejor llevarlo al hospital. 

-Leo, su novia estará muy preocupada y no tengo su número. Mejor vamos a llevarlo a su casa. 

De acuerdo, Leo y Adrián lo llevan casi a rastrar hasta el coche de este primero que no está lejos por suerte. 

-Ten cuidado que es el coche de mi madre. 

Adrián y Mario lo sientan junto a Alberto y se sientan ellos en los asientos restantes. Leo arranca y rápidamente, Adrián le explica dónde vive. 

Esteban empieza a murmurar cosas. Está pálido y sudando. Alberto lo mira preocupado deque le vomite encima. 

Adrián se gira hacia él. 

-¿Qué ha pasado? - pregunta cuando ve que abre los ojos y lo está mirando. 

-¿Quién...eres? 

-Adrián.

-No...te...conozco...

-Sí me conoces, Esteban. 

El chico abre mucho los ojos. Leo abre las ventanas, mareado por el olor a vómito, alcohol y sudor. 

-Vamos a llevarte a casa - le dice Adrián. 

-No...podéis...

-¿Por qué? - le pregunta extrañado. 

-Ya estamos llegando - les informa Leo. 

-Elisa... 

-¿Qué le pasa? 

Leo aparca frente a la casa. 

Todos salen del coche menos Esteban, que necesita ayuda. 
Alberto, Mario y Leo lo ayudan a levantarse y lo llevan detrás de Adrián hacia la puerta. 

A pesar de sus palabras, Esteban no se niega a ir. 

Adrián llama al timbre.

-¿Quién es? - pregunta una voz cansada. Es tardísimo.

-Soy Adrián. 

-¿Adrián? ¿Quién es Adrián? - la voz que hay al otro lado parece enfadada. 

-Lo siento, sé que es tardísimo, pero es un asunto urgente. Elisa y Esteban me ayudaron una vez, y esta noche hemos encontrado a Esteban en la calle. Lo traemos con nosotros. Está... mal. 

Un sonido eléctrico en la puerta les indica que está abierta. 

Cogen el ascensor hasta el ático dúplex de los padres de Elisa.

La madre de la chica está esperándoles en la puerta. Elisa aparece corriendo. 

-¡¡ESTEBAN!! ¡¿SÉ PUEDE SABER QUÉ TE HA PASADO?! - grita enfurecida y con lágrimas en los ojos. 

- Lo encontramos inconsciente en la calle. 

Elisa rompe a llorar. Su madre la abraza y la lleva al salón mientras su padre ayuda a Leo a tumbarlo en el sofá. 

Elisa se arrodilla junto a su cabeza y le acaricia el pelo y la cara. 

-Está enfermo. 

-Y borracho. 

-¿Qué he hecho? ¡Es todo por mi culpa! - Elisa vuelve a llorar, esta vez más dolorosamente. 

-¿Queréis algo para beber? - les pregunta el padre de la joven. 

-Agradeceríamos un poco de agua - dice Alberto sin poder apartar la vista de la escena. 

Mario acompaña al hombre a la cocina para ayudarlo. 

Adrián se acerca a Elisa. 

-¿Qué ha pasado? - le pregunta poniéndole una mano el la espalda.

-Rompí con él y lo eché de casa. 

-¿Hace cuánto tiempo?

-Uno o dos días...

-No te preocupes, ya está aquí contigo. 

Elisa asiente desesperada. 
Esteban a pasado dos días en la calle, solo, sin dinero, en un verano que parece más bien invierno. Y ella ha estado cómodamente quejándose de él a sus amigas. 

-Esteban, lo siento tanto... 

***

Dos días después:

Recogida de notas.

En su instituto, son los alumnos los que deben ir a por las notas, los adultos no van siquiera, a no ser que el alumno en cuestión tenga un problema serio del que se debe hablar.
Corre hacia donde le han indicado mientras se recoge el pelo en una coleta despeinada.
Ve un corro de chicos y chicas al rededor la puerta principal.
Se abre paso entre la multitud de gente que la rodea hasta asfixiarla.
No entiende a que se debe tanto entusiasmo, se pregunta qué debe esperar encontrarse cuando llegue a estar en primera fila.
Cuando interrumpieron su charla con la tutora y la avisaron de que <<tenía que ver algo que pasaba en el patio, urgentemente>>, no esperaba algo así.
Habría pensado cualquier cosa menos el conjunto de todos los adolescentes del instituto rodeando a algo o a alguien.

Cuando empiezan a reconocerla, la dejan pasar.
Al llegar por fin al otro lado, cuando ya puede respirar y ya no tiene la vista borrosa, aparece delante de ella un chico, vestido con una camisa que a pesar de ser elegante es especialmente sexy y unos pantalones negros que le sientan igual de bien.
De repente, le parece que la mochila pesa mucho más de lo que lo hace en realidad. Le tiemblan las piernas.

Delante de ella, Adrián está sonriéndole, con un ramo de flores de tonos claros en las manos. Se acerca a ella.

Se da cuenta entonces de que la multitud de alumnos está compuesta mayoritariamente de chicas y no puede evitar reírse.

-Me alegra que te divierta la situación – dice él con una voz grave mientras se coloca frente a ella.

Ella le sonríe y da un paso al frente. Pasa los brazos al rededor de su cuello y lo abraza de puntillas.
Puede sentir que detrás de los sonidos de emoción de sus compañeras y algunos de sus novios hay bastante envidia.
Se separa y lo mira a los ojos.

-Muchas gracias.

-Ojalá pudiese ofrecerte mucho más.

De nuevo exclamaciones de su público personal. África mira hacia abajo sintiendo como el calor le sube a las mejillas y cuando quiere darse cuenta, Adrián le está levantando la barbilla para ver su cara riendo suavemente.
Le besa la frente para no molestarla .

-Vamos, te llevo a casa.

Una chica de su curso da un paso al frente con confianza, mostrando sus perfecto cuerpo delgado y estilizado al chico.

-Si ella no quiere, llévame a mí – dice con una mirada perspicaz mirando de arriba a abajo a Adrián. Asiente sonriente para demostrar que está totalmente segura.

El chico le sonríe. África se gira bruscamente. Esa chica ha salido con medio instituto y con el resto de los chicos de la ciudad. Observa atentamente la forma en la que la que coloca las manos en la cintura para demostrar estar segura de sí misma y cómo se humedece los labios en vano. Envidia su perfecta figura, sin ningún defecto.
Al menos no tiene una buena personalidad, da gracias por ello.

-Resulta que... - empieza a decir claramente divertido Adrián.

-Lo siento, pero mejor ya voy yo, no te preocupes – replica África lanzándole una mirada dura.

La chica le sonríe con un brillo de diversión en los ojos.

Adrián sonríe al verla enfadar.

Se gira con la misma agilidad de una gata y coge de la mano a Adrián antes de besarlo en los labios suavemente. Un segundo o dos.
El chico sonríe y le acaricia la mejilla antes de inclinarse hacia ella y ofrecerle un beso más suave.

No se digna siquiera a mirar (la que espera que será) una mirada de envidia por parte de la chica que tanto odia desde hace años aunque nunca le ha hecho nada directamente.

Adrián le coge la mochila y ella no se queja.
En la puerta del instituto un coche los espera.

Guille está sentado junto a la ventana más alejada. África se sienta a su lado y lo saluda dándole dos besos que él corresponde apenas.
En cuanto Adrián se sienta junto a ella poniendo la mochila a sus pies, se siente atrapada casi como minutos antes en la puerta del instituto.

Guille se queja tosiendo de forma exagerada. Lo que África ve como algo muy grosero. No es su culpa no ser un alfiler.

-Hemos visto vuestro espectáculo – dice Leo mientras arranca – ha sido interesante.

África sonríe nerviosa y decide observar sus zapatos para no estar obligada a mirar a nadie a los ojos.

Mario está sentado delante de Adrián, en el asiento del copiloto, y la mira durante unos segundos.

-No digas eso, la pones nerviosa – dice con un tono suave y agradable. Le toca la pierna en señal de apoyo, pero la aparta al ver la mirada de rabia de Adrián.

Alberto no está con ellos.
¿Y no iban antes en camioneta?
Mira a Adrián entrelaza sus manos con las de él.

El color entre rosado y rojizo desaparece de sus mejillas.

Si la primera semana ya se había presentado a todo el instituto como su novio y le había regalado un ramo de flores que ahora lleva sobre el regazo y que aún no le ha regalado, no quería ni imaginar el resto de los días.

Al llegar a la panadería en la que se conocieron, tiene que empezar a indicarles el camino con cuidado.

Mario y Guille hablan a gritos y sin preocupaciones de una esquina del coche a la otra.

Al llegar a la puerta de su casa, Adrián y ella salen del automóvil y se miran unos segundos antes de alejarse de un paso cada uno, en sentidos contrarios.

-¡Ah! ¡Se me olvidaba! - dice él acercándose de nuevo y besándola una tercera vez antes de ponerle el ramo delante de la cara.

-Ha sido... precioso – solo consigue decir ella.

-Has sido tú.