miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sensaciones




-¿Qué pasa contigo? - le dice enfadado y apartándose.
-Mira, lo siento, pero...
-¿¡SABES LO MAL QUE LES HA SENTADO!? ¡NO TIENES NI IDEA DE LO QUE HAS
HECHO, ADRIÁN! - Alberto se aclara la garganta y se tira del interior de las mangas de su
chaqueta – Ya no eres el mismo, y he venido a saber porqué.
Adrián sonríe con tristeza. Se seca las lágrimas de las mejillas con el dorso de la mano y
da uno paso hacia atrás para comprobar que nadie los mira.
-¿Te importa que vayamos a un sitio más tranquilo para hablar?
Su amigo no dice nada, pero lo observa salir al pasillo y cerrar la puerta detrás de sí.
Adrián le señala la escalera que sube al siguiente piso con la cabeza.
-Hará frío, te lo aviso.
Ambos suben en silencio.
Cuando llegan al último piso, Adrián se le adelanta y abre una puerta de metal que da a
una terraza.
Sí, hace frío. Está seguro de que va a haber una tormenta por la noche.
Alberto se ata la chaqueta y sigue a Adrián de nuevo.
Este lo lleva hasta una bordillo.
Se quedan quietos observando la ciudad, las luces de los pisos encendidos y los coches
en las calles muchos metros bajo sus pies.
-Necesitaba hacerlo – le dice Adrián de repente.
-¿Hacer el qué?
-Cambiar.
Alberto clava su enfadada mirada en el chico.
-Hay una diferencia muy grande entre querer y necesitar – le corrige con un tono muy
calmado.
-Eso fue casi lo que dijo África – comenta Adrián frotándose los brazos desnudos. Su
camiseta de manga corta no lo protege de la fría noche que se acerca – La verdad es que
os parecéis. Quizá ella tiene más carácter.
-Te hace falta mano dura – se burla Alberto.
Adrián ríe tristemente.
-Alberto, no quiero haceros daño, no pretendo hacerle daño a nadie – prosigue.
-Eso ya me lo esperaba, pero el problema es que ya lo has hecho.
-Solo quiero ver si puedo ser otra persona mejor.
-¿No puedes ser otra persona mejor con nosotros?
-Me recordaríais siempre lo que soy ahora. Y... no puedo veros y pensar que con mi
nueva familia tengo más posibilidades y que no puedo mejorar las vuestras...
Alberto pone mala cara, y va a a decir algo, pero Adrián lo interrumpe. Empieza a
chispear.
-Tenemos posibilidades de triunfar como grupo si estás con nosotros.
Adrián no quiere negárselo. Sabe que no son malos, pero no son conocidos, y sus vídeos
han desaparecido de internet.
-¿Pero y si no funciona? No quiero desperdiciar mi vida en algo que después me deja de
nuevo en cero, sería muy duro. Quiero hacer algo, de verdad, Alberto.
Ambos chicos se quedan en silencio unos segundos.
-¿Cómo está África? - pregunta Adrián rompiendo el hielo.
Alberto se remueve en su chaqueta de verano que no lo protege de la gélida lluvia.
-Está tan estresada como nosotros.
El chico suspira. De verdad que no quiere hacer daño a nadie, pero es inevitable.
-Adrián, le importas, y quizá le gustes... - la mirada del chico parece brillar - ¿no te
gustaría ver si podría haber algún futuro? - Alberto vuelve a mirar hacia abajo – Si no
puedes hacerlo por nosotros, hazlo por ella.
Su amigo no contesta, y él no añade nada.
Ambos observan la calle, pensando qué decir.
-Lo tengo que pensar – dice al fin Adrián, muy a su pesar -. Pero tienes que entenderlo, tú
y el resto me importáis mucho. Solo quería cambiar, ser como Antonio: un chico listo y
ambicioso. No querría ser “el distinto”.
-Ser “distinto” no está tan mal... Mucha gente consigue lo que quiere y llega a ser lo que
quiere ser en la vida justamente por ser distinto. Claro que depende de lo que quiera
hacer cada uno.
-Yo quiero ir a vivir a otro lado, a Nueva York, quizá. Quiero estudiar algo...
-Siento decirte que estudiar, ya no vas a poder hacerlo a no ser que repitas.
-Lo sé, pero todo gran trabajo empieza por otro más pequeño – hace una pausa – De
verdad que quiero llegar a algo, Alberto... No quiero acabar como la mayoría de los que
son como nosotros...
-En el mundo tiene que haber un poco de todo, a ti te ha tocado ser el rarito.
Adrián ríe y siente un escalofrío subirle por la espalda. Sigue chispeando unos segundos
más hasta que empieza a diluviar con fuerza.
Su ciudad siempre ha sido bastante fría, incluso en verano, pero al menos había algo de
sol.
Estas vacaciones no va a haber absolutamente nada de calor, va a ser practicamente
otoño durante seis meses.
Alberto grita desesperado y corre a esconderse bajo un techo, pero Adrián se queda ahí,
observando cómo el suelo se empapa hasta encharcarle los pies.
-¿¡Qué haces!? - le grita molesto Alberto acercándose de nuevo.
- No esto seguro de poder escoger una buena opción sin perder algo importante.
                                               ***
Vuelve la vista hacia Esteban, sentado en horcajadas en su sofá, y a Elisa, sentada a su
lado, molesta porque él esté tan tenso de repente.
-¿Queréis comer algo?
-No, gracias – responde por los dos Elisa.
Maite se acerca con una bandeja con refrescos y la deja sobre la mesa de cristal.
Coge su vaso con té helado y se refresca las manos.
-¿Tienes resaca? - le pregunta de repente Esteban.
-¿Qué? ¡No! - ella se ofende. El chico apenas la mira.
-¿Por qué dices eso? - le pregunta Elisa algo confusa.
-Porque el té es su remedio para la resaca. Me lo dijo en... una consulta que tuvimos – se
apresura a contestar Esteban.
Elisa alza las cejas, aunque acepta esa respuesta.
Maite intenta añadir algo más de credibilidad al asunto.
-En realidad, considero el té como un remedio para todo. Y ahora, tengo una molestia en
los riñones y me duele a menudo la cabeza.
-¿Sigues enferma? - se preocupa Elisa – A lo mejor estas incubando la gripe... Ten
cuidado porque es horrible tener fiebre en verano.
-Bueno, no parece que vaya a ser un verano muy caluroso, de momento llueve casi todas
las tardes, y al salir a la calle, hace más bien frío...
-Sí es verdad, y he visto que anuncian como temperaturas máximas en la ciudad nada
más que 35o C, y eso a medio día. Será casi como estar a principios de primavera.
-¿Hemos venido nada más que para hablar del tiempo? - se desespera Esteban.
Ambas se tornan serias y lo observan atentamente.
-Habéis venido para hablar de lo que te pasa, Esteban – dice Maite buscando su mirada.
Cuando la consigue, ve tristeza y arrepentimiento en sus ojos, mezclado con mal humor –
Le he hablado a Elisa de tus cortes, y finalmente, después de hablar sobre el tema varias
horas, decidimos que sería mejor hablar directamente contigo para evitar que se
reprodujese – dice intentando ser cuidadosa.
Al principio, Esteban no puede creérselo. Mira a Maite con odio. ¿Un psicólogo no tiene
prohibido contar nada de lo ocurrido en la consulta con sus pacientes? Podría
denunciarla.
-No tenéis porqué preocuparos por eso, porque no volverá a pasar – dice con tono borde.
-He tenido la suerte de haber vivido de cerca este tipo de autolesiones y puedo decirte
con seguridad, que una vez que empiezas, es difícil acabar.
-Esto no es como la droga, el alcohol o el café, Maite. Estamos hablando de hacerse
cortes, esto duele, y bastante, he aprendido la lección.
-¿Qué lección?
-Que es mejor contar los problemas a guardárselos para sí – dice mirándola directamente
a los ojos y aguantándole la mirada.
Maite quiere mirar hacia otro lado, pero no lo consigue.
Elisa los observa de uno en uno, buscando algo para comprender.
-Eso es una buena lección – dice ella sonriéndole, y confundiendo al chico – Me alegro de
que lo hayas entendido.
Elisa sonríe con ella. Aún algo confusa.
-Entonces, ¿esto es todo? - dice Esteban después de un rato.
-¿Todo? ¿Te parece poco? -dice Maite levantándose de nuevo. Sabe a qué se refiere
exactamente, pero no piensa hablar de ello - ¿Alguien quiere comer algo? - dice mientras
entra en al cocina.
No espera una respuesta, pero necesita alejarse. Esteban la pone nerviosa, lo hace
adrede. ¡También fue su culpa, él ya venía borracho, además de venir sin avisar!
Siente algo ardiente subir y quemarle el estómago. ¿Rabia?
Elisa mira a Esteban unos segundos. El chico se sienta casi tumbado sobre el sofá,
parece cómodo y realmente desinteresado por todo.
Ella no sabe qué hacer, si ir con Maite, o dejarla sola, tendrá mucho estrés, además, está
enferma.
Pero cuando escucha las arcadas, se levanta rápidamente, Esteban también lo hace, pero
ella le señala rápidamente el sofá.
-Quédate aquí. No debe de ser bonito.
Él hace caso, pero se mantiene alerta. Sentado muy tenso.
Elisa corre hacia la cocina.
Lo que ve, es exageradamente horrible.
Maite está asomada a la ventana, vomitando brutalmente.
Instintivamente, siente pena hacia los pobres viandantes que pasen por allí en mal
momento.
Se acerca con cuidado y la sujeta por la cintura.
La ve llorar.
-Maite... intenta relajarte... - le dice con un hilo de voz.
-Necesito...agua...
-¡ESTEBAN! - grita Elisa con todas sus fuerzas.
Maite vuelve a tener arcadas.
El chico entra y da un paso hacia atrás. Se vuelve pálido.
-Hazme el favor de buscar medicinas en el baño, por favor.
Él asiente y sale de allí.
Al entrar en el baño, lo que encuentra tampoco le gusta nada.
Allí hay al menos cuatro o cinco cajitas alargadas que conoce bien.
No hay ninguna abierta, pero puede que ella crea que... además, está vomitando...
Siente ganas de llorar y de vomitar él también. Si Elisa descubre que es posible que Maite
vaya a tener un hijo suyo no la volverá a ver en toda su vida.
Y él solo la quiere a ella.
                                                 ***
<<¿Cómo ha ido el día hoy?>>
<<No ha ido mal>>
<<¿Ha habido algo bueno que deba saber? ¿Algo que la concierna a ella?>>
<<Hoy se la veía mal, la han sacado de clase varias veces porque estaba muy distraída>>
<<¿Tienes idea de lo que puede pasarle?>>
<<No, pero no puedo evitar preocuparme... Ella no es así. África siempre está feliz>>
<<Todos somos personas. Es posible que ya no aguante fingir ser siempre feliz>>
<<Es posible. Mañana hablaré con ella>>
<<Eres adorable>>
<<Te quiero, Elena>>
<<Te quiero, Ernesto>>


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Explicaciones, besos y lágrimas


 


-Entonces – dice la joven después de beber un último trago de café – dices que se auto-lesiona.

-Sí – Maite intenta explicarse sin descubrirse, pero no sabe si va a conseguirlo porque tiene la cabeza encapotada y está mareada – Lo noté extraño, y al moverse hacía muecas de dolor. Lo confirmé en cuanto se negó a subirse las mangas...y cuando los vi, claro. 

-Y... ¿y sabes porqué? - Elisa aguanta con todas sus fuerzas las ganas de llorar.

-Sí, y no te va a gustar, cariño – dice Maite mirándola a los ojos. Su amiga asiente muy lentamente, como consentimiento -: Esteban tiene la sensación de que no se le quiere en tu casa, no quiere ser una carga, y estuvo a punto de irse. Lo convencí de hacer lo contrario y de que se buscase un trabajo. Hay que decir que salió de aquí con la moral bastante alta...

-Después de visitarte, no volvió, y pensé que todo iba bien, no me preocupé en absoluto. ¿Soy una mala persona? - dice Elisa antes de derrumbarse de nuevo.

-No, cielo, no llores – le pide Maite sentándose a su lado – Lo invité a dormir aquí porque se hizo tarde y él estaba mal, hubiera sido peligroso que estuviese por la calle de noche y en su estado. Durmió en el sofá – dice ella seriamente. Elisa la mira fijamente -. Siento no haberte avisado. Fue muy estúpido por mi parte. Pero es que estaba rendida y él también y se nos pasó.

-Sí, hubiera estado bien haber sabido dónde estaba – le echa en cara Elisa.

-Bueno, volvió a casa, ¿no? - dice la psicóloga intentando salvarse del enfado de la otra – En un principio, quería irse. Eso es un comienzo. Ahora hay que hablar con él, pero tú no puedes decirle nada, dudo que le siente bien que lo sepas. Intenta mantenerte alejada aparentemente de todo esto.

***

Llama al timbre y Leo y Alberto salen corriendo escaleras abajo.
-Idiotas – murmura la chica.

Una mujer con voz encantadora le abre la puerta.

-¿Si?

La chica le sonríe.

-Soy África. Venía a hablar con Adrián.

La mujer hace una mueca, pero la hace pasar. La acompaña al salón y la invita a sentarse y a tomar un limonada casera.

-Muchas gracias, Amanda – le agradece la chica, que no ha comido aún.

-De nada, cariño.

Ambas permanecen en silencio y beben un poco de sus limonadas.
Está buenísima. África no puede evitar bebérsela entera en poco tiempo.

-África, cariño – le dice la mujer -, sabes que Adrián no quiere veros, ¿verdad?

-Lo sé – asegura ella. Aunque las palabras de la mujer le han dolido bastante.

-Tienes que entenderlo. No puedo obligarlo a hacer nada que él no quiera, por supuesto, pero he intentado convencerlo...

-Te lo agradecemos, Amanda, puedes estar segura – empieza a decir la chica -. Lo que no entendemos muy bien es su razón para hacerlo. Quiero decir, estoy de acuerdo en que su padre es un hombre muy peligroso, pero la policía lo busca, y si viene a por nosotros, puede hacerlo aunque ya no estemos todos con él, le dolerá igual y podemos ser rehenes igualmente...

-Perdona, ¿qué? - dice Amanda confusa.

África no sabe que decir. ¿Qué ha dicho que ella no entienda?

-Esto... Yo... Adrián nos dijo que no podíamos vernos por miedo a que su padre nos utilizara en su contra...

-¿¡Qué!? - la mujer parece horrorizada.

En ese momento, Adrián entra en el piso junto con su padrastro.
Se torna realmente serio al ver a África allí sentada.

-A...Adrián, hijo mío, lo siento pero tienes que decirle la verdad a esta chica.

-¿Qué no es verdad? - pregunta extrañada África.

El chico se acerca lentamente a ella, la agarra del brazo y la saca del salón.
Joaquín y Amanda los observan alejarse en silencio.

Adrián la hace entrar en la perfectamente ordenada habitación y le señala la cama.

-¿Te quieres sentar?

-Lo que tú quieras... - dice ella aún algo confundida.

Él le suelta el brazo y se aleja unos pasos de ella para cerrar la puerta con pestillo y sentarse en el taburete que hay frente a un sintetizador.

-Creo que voy a tener que explicarte...

-Más te vale hacerlo – África parece enfada. Se cruza de brazos.

Adrián aprieta la boca, molesto.

-Pero no quiero que te enfades – le advierte. Ella se encoge de hombros, y aunque el chico no sabe muy bien lo que aquello significa, sigue hablando -. Mi padre no me preocupa, bueno, me preocupa, por supuesto, pero no tanto como para dejar todo atrás, eso sería de tontos – Ella asiente -. En realidad, lo que quiero es empezar de cero, quiero cambiar. Tengo una nueva familia y vivo en un sitio completamente diferente, ¿por qué no hacerlo? - mientras habla, observa fijamente el suelo, o al rededor de África, pero nunca a ella. Tiene miedo de su reacción - Lo único que tengo que hacer ahora es ayudar a mis padres adoptivos y atender en las clases de música de mi padre, que me han hecho progresar mucho – Adrián nota que África se está enfadando -. Entiéndelo, tendré un futuro... No me falta el dinero, ¿sabes que diferencia supone eso? He vivido en la pobreza desde que mi madre se fue y ahora no tengo que robar para conseguir comida – se pasa una mano por el pelo. África respira profundamente -. Cuando volví del hospital, me habían comprado este sintetizador. Es tan bueno que suena casi como un piano de cola, ¡imagínate cuánto debe de valer! ¡Esto es tan impresionante! Lo necesito, África.

-¿Y no necesitas a tus amigos de siempre? - dice la chica con un tono muy brusco - ¿Lo vas a hacer todo solo?

-He dicho que iba a empezar todo de cero – dice él también algo borde.

África se acerca hasta él y se coloca delante. Que él esté sentado y ella de pie, le proporciona cierta superioridad.

-¡No puedo creer que puedas dejarlos solos cuando fueron ellos los que te cuidaron en el hospital! ¡Estuvieron allí desde que lo supieron, se ocuparon de ti cuando Amanda y Joaquín estaban trabajando! - la chica observa como la mirada perpleja de Adrián se convierte en serio cabreo - ¡No sabes por lo que están pasando! ¡Están preocupados, ¿sabes?! Creen que han hecho algo mal, intentan buscar qué es para poder arreglarlo, mientras tú estás aquí ¡aprendiendo a tocar el piano y presumiendo de tener dinero! - dice ella con asco.

-No me grites... - murmura él, intentando relajarlos a ambos.

-Uy, sí, ¡el niño mimado! ¡Vaya a ser que se entere toda tu familia de las gilipolleces que haces!

Adrián respira profundamente. La mira y le regala una sonrisa falsa.

-Ese no es un problema, la habitación está insonorizada, así que no se te escucha fuera. Simplemente no quiero que me grites.

-¿Te molesta que te grite una chica? ¡Además de creído, machista! Vamos bien...

-¡No soy ningún machista! - grita él, ya harto.

El chico se levanta y se coloca muy recto  frente a ella.
Ninguno parece querer fijarse en lo cerca que están el uno del otro.

-¿Y que vas a hacer, vas a coger una pataleta de niño rico?

-Sabía que no lo entenderías, es una pérdida de tiempo. Todo esto no ha servido para nada. No debería habértelo intentando explicar.

-Entiendo muy bien que piensas dejar a tus amigos plantados.

-¡No voy a hacer tal cosa!

-¿Y en qué se diferencia lo que me has explicado antes de dejarlos plantados? ¡Además de haberlos engañado, ¿porque ahora qué pasará si deciden ir en busca de tu padre para poder volver a ser amigos?! ¡Sabes que son muy capaces!

-¡No lo entiendes! ¡Es algo que debo hacer!

-¡HAY UNA DIFERENCIA MUY GRANDE ENTRE DEBER Y QUERER! - le grita en la cara la chica.

África hubiera esperado un paso hacia atrás, y a un Adrián horrorizado por su carácter. Pero en lugar de eso recibe un beso.
Un beso corto, pero perfecto.
Cuando Adrián se aparta de ella, sí da un paso hacia atrás, y le sonríe. Pero ella sigue enfadada.
La coge de la mano y la vuelve a besar. Esta vez con ganas. Ella no tiene más remedio que devolverle el beso.
Adrián le pone una mano en la espalda y la sube lentamente hasta su nuca.
Ella simplemente se deja hacer. No va a rendirse, pero tampoco quiere prescindir de un beso de Adrián si no va a poder volver a verlo.

-Estoy enamorado de ti – le dice aún con su boca muy cerca de la suya. Su frente está apoyada en la de ella. 

África intenta con todas sus fuerzas no parecer demasiado atontada. ¿Enamorado? ¿¡De ella!? ¿Cuántas veces ha tenido el lujo de que se lo digan? 
Intenta controlar su agitada respiración para poder hablar.  

-No quiero dejar de verte, Adrián – dice ella más calmada.

-Yo tampoco quiero... Es solo que necesito cambiar.

-Eres perfecto así, no te das cuenta. Tienes buenos amigos, te quieren, y yo... yo también te quiero. No puedes dejarnos atrás.

El chico la besa una última vez y esta vez, mete una mano debajo de su camiseta.
Ella intenta no parecer sorprendida, pero Adrián ya se ha dado cuenta y sonríe. Así que decide no quedarse quieta esta vez y le pasa las manos por el pelo.

Alguien llama a la puerta con brusquedad.

-¡ADRIÁN!

-¿QUÉ QUIERES, ANTONIO? - responde el chico deteniendo aquel momento muy a su pesar.

-¿TODO BIEN?

-SÍ, GRACIAS.

Adrián vuelve a mirar a África y le sonríe. Ella no puede mirarlo a la cara. Está totalmente roja.

-Eres preciosa, así.

-No me digas – dice ella separándose unos centímetros. Él la observa. Cuando ya puede hablar sin que le tiemble la voz, sigue hablando - . Lo que estás haciendo no está bien, Adrián. No van a querer dejar de verte así cómo así.

-Lo sé, pero tendrán que hacerse a la idea.

-¿Se lo vas a decir tú?

-¡Por supuesto que no!

África empieza a enfadarse de verdad esta vez. Nota que toda la emoción del beso desaparece demasiado rápido y  aparece un odio repentino hacia Adrián.

-¡No eres más que un cerdo!

-¿¡Yo!?

-¡Tú! ¡¿A qué a venido todo esto?! ¡Yo solo quería explicaciones! - grita ella antes de ir hacia la puerta.

-¡Pues tampoco es que no te haya gustado, ¿has visto cómo vas vestida? Ponte unos pantalones más cortos si quieres, p...! - se corta en seco.

África se gira hacia él lentamente, en silencio.

-¿Qué ibas a decirme?

-Nada – dice él secamente y cruzándose de brazos.

África aprieta los dientes. Respira profundamente y se apresura a quitar el pestillo.

-No... no vuelvas a hablarme – dice antes de salir de la habitación.

Tiene suerte de no encontrar a Joaquín y a Amanda en el salón, ni tampoco en la entrada, y sale corriendo del piso.
Nadie la detiene, y le duele. Ni siquiera va a hacer el esfuerzo de intentar hacerla regresar.

***

-¿Qué le pasa a esta chica? - pregunta Antonio algo atónito.

-Solo tiene mucho carácter – le contesta con cierto toque melancólico en la voz.

-¿Qué hacíais encerrados en tu habitación?

Adrián lo mira fijamente a los ojos.
Antonio siente un escalofrío recorrerle la espalda.

-Solo quería hablar con ella. Pero la cosa se ha complicado y ha acabado mal – dice muy serio el chico.

-Está bien. No te enfades.

-Me vuelvo dentro.

Sin esperar a que su hermano adoptivo le responda, entra dentro, se encierra con pestillo y se acerca al sintetizador.
Se coloca delante de pie y toca una nana infantil muy lentamente, después más rápido, y va a acelerando más a cada repetición.
Cuando ya no puede ir más rápido, escoge otra canción y repite lo mismo.

Consigue por fin desconectar.
No debería haber hecho enfadar a África, y sabe que no ha estado bien engañarlos de ese modo, pero no podía decirles cara a cara que piensa tener un futuro musical solo, y sin volver a verlos más.
Unos minutos más tarde, tiene un nudo en la garganta y le escuecen los ojos.
Se sienta delante de su nuevo ordenador y entra en Youtube.
Busca los vídeos que subió Leo, pero no los encuentra. Lo intenta de nuevo cambiando alguna palabra en la barra de búsquedas, pero tampoco lo consigue.
Quizá haya algún vídeo en Twitter.
Nada.
No hay absolutamente nada.
Ellos no han existido como banda, aparentemente.
Empieza a pensar en posibles razones que expliquen su desaparición en la red : los han denunciado y han borrado cualquier cosa que tuviera que ver con ellos; han hackeado sus cuentas; o todo el mundo los odia y no les gusta su música y se han puesto de acuerdo para eliminarlo todo.
Ninguna de las tres posibilidades le parece lo suficientemente convincente como la última que tiene en mente.
Leo. 
*** 
- ¿Es posible que llegue a ser más capullo? 
-¡Y no quiere decíroslo, no me parece nada justo! - dice África, indignada. Se ha saltado la parte de los besos y lo ha cambiado por un <<Nos relajamos un poco para hablar con más claridad y entonces me llamó puta>>. 
-¡No puedo creer que nos haga esto! - casi grita Mario, es la primera vez que África lo ve enfadado, parece tan adorable normalmente... y en cambio ahora puede ver la rabia en sus ojos. 
-No volveremos a venir a intentar verlo, no merece ni que lo echemos de menos - empieza a decir Leo - África, serás el nuevo Adrián.
-Gra...gracias - dice ella confusa. 
Alberto mira a Leo seriamente. ¿África? ¿Sustituyendo a su mejor amigo? 
Resopla y lo acepta. 
Está seguro de que solo es una mala racha de Adrián, ¡no  van a dejar de verlo para siempre!

***

Sube las escaleras del edificio. 
Ha venido andando, porque no podía decirle a Leo que lo llevase él. No saben nada.

La respiración empieza a fallarle. Venir andando desde su casa no ha sido una buena idea. 

Cuando por fin llega al piso que quiere y toca al timbre. 

Adrián le abre la puerta esperando que fuese seguramente otra persona. 

- Hola... - saluda Alberto.

Su amigo no dice nada. 
Se aleja un paso, y luego lo abraza. 

-¿Adrián? 

-Menos mal que has venido - le contesta el chico llorando.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Viva la vida

Puede que seas el sueño más dulce o la más hermosa de mis pesadillas 

                                                     Sweet Dreams , de Beyonce

Cambia de canción, necesita algo con más vida.
Encuentra “Viva la vida” de Coldplay, que aunque es vieja, le encanta.
Lucha por no ponerse a cantar en mitad de la calle y sonríe.

-¿Sabes que estás preciosa cuándo sonríes?

Blanca se gira bruscamente hacia un lado. Un joven esbelto y muy atractivo vestido con unos vaqueros y una camisa que le marca los músculos de los brazos la mira divertido.
Intenta guardar la compostura.

-¿Por qué me sigues, Víctor? - le pregunta molesta.

-Quería pedirte perdón. Te he buscado por todos lados en internet y buscado tu señal del móvil, me ha costado horas – explica él ante la mirada horrorizada de la chica - , te escondes bien – añade sonriendo.

-¡¿Me acosas?!

-¿Que? ¡No! ¡Nunca caería tan bajo! - parece empezar a cabrearse Víctor.

-Acabas de decir que...

-Es mi trabajo, cielo – le explica el joven mirándola fijamente a los ojos - soy un pequeño geniecillo. La gente lo suele llamar “hacker”. ¿De dónde crees que saco el dinero? - parece tener demasiado ego.

Blanca hace una mueca de asco casi invisible, pero él la nota. Pone mala cara.

-Siento haberte puesto en un dilema anteayer. Debería haberte tratado con más delicadeza sabiendo qué te acababa de pasar... - se acaba disculpando al fin. Ella traga saliva e intenta fijarse en la acera – Pero me pareciste realmente guapa, y se te ve madura y... - Blanca casi suelta un gritito.

-Me llamaste fea – dice interrumpiéndolo.

Víctor la observa divertido.

-Lo saqué de una película. No puedo creer que no la conozcas, Tres metros sobre el cielo. No me la tragué entera para nada.

La chica se decepciona de alguna forma a sí misma por no haberlo notado.

-Pues no fue muy agradable – le echa en cara.

-Vaya, tendré que cambiar mi táctica para ligar.

Aquello consigue sacarle una sonrisa. Él, al verlo, la imita.

-De verdad que te sienta muy bien sonreír.

-Gra...gracias

Ambos observan unos segundos el atardecer, el sol escondiéndose detrás de una marea de edificios dejando un cálido color naranja mezclarse con el azul celeste del cielo.

-Entonces – dice ella rompiendo el silencio -, ¿eres un “hacker”?

-Algo así. No suelo hacer cosas ilegales...

Blanca sonríe de medio lado.
Víctor tiene un extraño encanto. Y está claro que además de tener una colonia realmente apetecible, es muy atractivo.
Nota que el rubor le sube a las mejillas; siente su estómago dar pequeñas sacudidas nerviosas.
Da gracias a dios a que no ha comido nada.

-No tienes porqué estar nerviosa – dice él mirándola interesado. A notado su incomodidad -. No pienso hacerte nada. Solo venía a pedirte perdón, y a darte algo.

Le tiende un disco que ella no había notado antes que tenía consigo y ella lo coge con cuidado.
Siente la sangre bajarle de las mejillas a los pies de golpe, todo su peso multiplicado por diez y el disco corre el peligro de caerse al suelo gracias a los temblores de sus manos.

A RUSH OF BLOOD TO THE HEAD! - grita. Las personas que pasan en ese momento por su lado se asustan y se alejan de ella lo más rápido posible - ¡NO PUEDE SER VERDAD! ¿¡CÓMO LO HAS CONSEGUIDO!? Y ¡OH, NO PUEDE SER, ESTÁ FIRMADO!

-Me lo firmaron en persona cuando estube "tomando algo" con ellos en uno de sus camerinos antes de un concierto.

-¡ESO NO PUEDE SER VERDAD!

-Tan verdad como que me llamo Víctor.

-¿¡CÓMO CONSEGUISTE PASAR A SU CAMERINO!?

Víctor se encoge de hombros, claramente divertido.

-¿Y ME LO VAS A REGALAR? - pregunta emocionada.

-Solo si dejas de gritar y dejas que te invite a un café, o a un chocolate en aquella cafetería de allí – dice señalando un sitio escondido con apariencia Vintage en la esquina de la calle.

El olor a café llega hasta allí y le activa todos los sentidos añadiéndole un repentino y voraz apetito, ¿cuánto hace que no come?
Se gira hacia Víctor. Él no la mira, pero sabe que está atento a sus movimientos. ¿Por qué se porta tan bien con ella?
***
Tres suaves toques en la puerta.

-¿Adrián?

-Puedes pasar, Amanda.

Ella abre la puerta sonriente y entra en la habitación. Se sienta a su lado en la cama.

-¿Siguen aquí? - pregunta muy serio el chico.

-Sí, los he invitado a entrar, y están en el salón.

-¡No deberías haber hecho eso! - dice levantando la cabeza y mirándola enfadado.

-¡Perdóname! Pero son tus amigos de siempre, merecen una explicación más extensa, lo que tú nos dijiste a nosotros, aunque sea duro.

-No puedo decirles eso, Amanda. Los destrozaría.

-Les haces más daño si los haces venir desde el otro lado de la ciudad para verte y no quieres verlos.

El chico suspira. Amanda se levanta lentamente, convencida de que lo que acaba de decirle le ayudará a cambiar de idea, armarse de valor y salir a recibir a sus amigos, pero se equivoca. Cuando sale de la habitación y vuelve al salón, Adrián se levanta a su vez, y sale de su habitación, dirección a la terraza.

***

-Ho-hola Elisa.

-¡Maite! ¿Cómo estás, cielo?

La joven casi suelta un suspiro de alivio al notar que no está enfadada. No lo sabe.

-Bien, un poco mareada. Tengo nauseas.

-Ay, vaya. Una pena que sea justo ahora, casi en vacaciones – dice con comprensión Elisa.

-Ya. En realidad – cambia de tema Maite – llamaba para hablarte de Esteban.

-¿De Esteban? - Elisa parece confusa. Esa misma mañana se ha ido muy feliz a su nuevo trabajo en la librería del centro.

-Sí. ¿Sabes que vino a verme hace ya un tiempo...?

-Sí, claro. Pasó a verte.

-Ajá... Pues resulta que hay problemas.

-¿Pro...problemas?

-Esteban tenía cortes por todo el cuerpo, Elisa.

Elisa traga saliva. Maite se muerte el labio.

-¿Quieres venir a verme para hablarlo? - pregunta la psicóloga preocupada por el shok de la pobre Elisa.

-Sí, claro. En media hora estoy allí – contesta ella. Su voz suena distante, preocupada.

***

-Resulta que creo que Blanca tiene un “royo” con un chico que yo conozco – dice África imitando un tono de voz divertido, aunque no se siente así.

-¿De verdad? ¿Quién?

-Se llama Leo. Es muy mono... bueno, no te engaño, está muy bueno.

Almudena suelta una carcajada al otro lado de la línea.

-Bueno, hay que decir que Blanca nunca elige mal en lo que se refiere a físico.

-Ya... - la conversación a cogido de repente un toque incómodo.

Ernesto.
Sigue enfadada con él. Se ha cambiado de sitio en todas las asignaturas en las que se sentaba a su lado, ahora está apartada en un lado de la clase, y, aunque le duele, prefiere estar sola que con alguien tan insoportable como Ernesto.

-¿Cómo es? ¿Qué hace? - pregunta notando el silencio de su amiga.

-Forma parte de una banda. Creo que él solo los lleva en coche y los graba, pero no estoy segura, nunca los he visto actuar.

-Ah, ¿de verdad?

-Sí, sí. Si quieres, puedo buscar si van a hacer algún concierto dentro de poco para que lo veas.

-Perfecto – dice ella con un tono animado antes de despedirse de ella y colgarle.

***

Le duelen los brazos. Sabe que algunos de los cortes son demasiado profundos, se pasó, claramente.
Hace una mueca al levantar una caja llena de enormes enciclopedias.

-Esteban, ¿estás bien?

-Sí... es solo la espalda – asegura el chico.

Su superior lo mira, puede ver su mirada preocupada a través de sus gafas negras de pasta.

-¿Puedes repetirme tu edad?

-17 años, jefe.

-¿Terminaste el instituto?

-No, señor – contesta muy a su pesar el chico.

-¿Y te contrataron porque...?

Esteban empieza a cansarse. Deja la caja en el suelo con mucho cuidado y con un suspiro y se gira hacia el joven de unos cinco años más que él.

-Porque me necesitaban para levantar cajas pesadas – explica secamente.

El hombre le sonríe de medio lado.

-Claro, claro. Sigue con tu trabajo.

Esteban ahoga un grito al volver a coger los libros y sale del almacén para llevarlo a uno de los estantes de la librería.
Es un chico raro. No ha terminado el instituto, así que tampoco tiene estudios. Y sabe de sobra que no tiene problemas de espalda, ya que era vecino suyo y un antiguo amigo.
Le entristece que no lo recuerde a él. Aunque sabe que lo ha pasado mal, ya no vive en casa, y nadie que él conozca sabía hasta ahora su paradero.

***

Ninguno se atreve a decir nada.
Están los cinco sentados al rededor de la mesa, con sus respectivas bebidas calentándose por el sofocante calor. 
La radio está puesta demasiado alta, tanto que apenas se escuchan unos a otros. 
Suena Sweet Dreams de Beyonce.  
El dueño del bar les grita algo desde la barra. Leo se levanta y va a pagarle las bebidas.

-Parece que Adrián va en serio – dice Guille bebiendo un sorbo de Coca-Cola Light.

-Si ni siquiera quiere ver a África tiene que ser serio de verdad.

-No puedo creer que lo esté haciendo – dice Leo muy serio dejándose caer sobre la silla de nuevo.

-Pero no tenemos más remedio que hacerle caso – comenta Mario con voz lastímera.

-O intentar convencerlo – dice Alberto después de terminarse su Coca-Cola con limón.

-¿Convencerlo de qué?

-De que esto es una tontería. No conseguirá nada ignorándonos. Si de verdad su padre quiere venir a por uno de nosotros, vendrá aunque llevemos meses sin hablarnos. Sabe que le hará daño de todas formas. Es una estupidez.

-Yo simplemente creo que es una escusa -murmura África sin atreverse a mirarlos a la cara.

Contactaron con ella anoche, y en cuanto pudo, salió de casa y fue a verlos.

Nadie dice nada a su comentario, pero todos meditan esa opción, duele pensar eso. 

-Deberíamos intentar convencerlo, lo digo en serio – repite Alberto esta vez con más ganas.

-¿Cómo quieres que lo convenzamos? - dice Guille realmente enfadado – Está convencido de una cosa estúpida, y sabes que es horriblemente cabezón.

-África puede hacerlo – se explica Alberto. La chica lo mira de golpe. Los ojos de aquellos chicos la juzgan, y lo sabe – Lo conozco muy bien, soy su mejor amigo. Está enamorado. ¡Se deprimió porque pensó que no volvería a verte!

-Ya... - ella empieza a molestarse.

-Sabemos dónde vive. Ve a verlo, consigue su teléfono, llámalo continuamente hasta que ceda.

-¿Eso no lo podéis hacer vosotros? ¿Qué pretendes que le diga si milagrosamente me responde a la llamada?

-Dile lo que sientas.

-Siento que es un imbécil.

-Pues dile eso – dice Alberto sonriendo.

África suspira.

-Está bien. Iré hoy a verlo.

Alberto asiente. Pero el resto sigue sin estar muy cómodo con ella.

Guille la mira de una forma extraña.
La chica lo mira a él, esperando que aparte la mirada, pero no lo hace. No sabe si en su mirada hay odio, o rabia, pero sabe que no está contento, sabe que ella no le gusta.
Finalmente, abatida, África mira hacia otro lado.
La cosa empieza a ser realmente desesperada.