Llueve de
una forma bastante impresionante. Se ha gafado completamente el día.
Adrián y ella han corrido a protegerse de la lluvia bajo un enorme
árbol de un parque en el que se han quedado solos al cabo de unos
minutos.
El chico
espera a que nadie puede verlos ni escucharlos para evitar que ella pueda sentirse incómoda o nerviosa. Le sonríe y agradece la
sonrisa que se le ofrece a cambio, lo llena de ánimo.
Se prepara
para hablar, tiene miedo de estropearlo. Tiene que ser cuidadoso con
las palabras que elige al hablar, no puede hacerle ningún daño.
Coge aire.
-A veces, las cosas
pasan, y te das cuenta de que hiciste algo que pudo haber hecho que
todo acabase así. Todo puede cambiar de un momento a otro, para bien
o para mal, tan rápidamente, que a veces da miedo... - toma aire y
se echa el pelo hacia atrás – Entonces, te sientes mal, porque si
hubieras decidido hacer otra cosa...
Ella tira de la falda
de su vestido, nerviosa. Es una declaración en toda regla. No
esperaba que Adrián fuese a hacer mucho más que invitarla a un
batido en el parque en que Ernesto y ella cortaron, aunque él no
supiese ese pequeño detalle.
-A lo que quería
llegar es solo que, si hubiera decidido simplemente haberte dejado
aquella mañana sola y bajo la lluvia, seguramente no te conocería
ahora... por eso, he elegido este día para hablar contigo, porque
sabía que iba a llover, para volver a repetir lo que pasó desde el
principio, empezar de cero, sin ninguna interrupción.
La mira y ella le
sonríe. Puedo ver el brillo en los ojos del chico.
-Y me preguntaba, si
te gustaría empezar una historia conmigo.
***
-Esteban, relájate,
¿quieres? - le pide Hugo con un tono suave y relajado.
-¡PENSABA QUE ESTABAS
INTENTANDO OLVIDARLO!
-¿Y qué tiene que ver
eso contigo? - se enfada Maite.
-¿POR QUÉ TE ACOSTASTE
CONMIGO, SINO?
-Pues porque estaba
borracha.
-¡No estabas tan
borracha, Maite, lo sabes bien, incluso yo lo noté!
-¿Y qué mas da lo
borracha que estuviera? El caso es que había bebido, ¿no?
Esteban solo tiene ganas
de gritar y de pegarle a alguien una buena bofetada. Intenta
relajarse un poco, para poder explicarse con claridad.
-Entonces – dice aún
con un tono muy borde y resentido – ¿Por qué le has dicho a Elisa
que lo hiciste para olvidar a Hugo?
-¡No podía decirle que
me había acostado con su novio porque yo quería!
-Ah, que querías... -
Hugo mira hacia el suelo, avergonzado. No sabe qué decir.
Maite lo mira con pena,
es demasiado buen chico, no puede hacerle esto. Ella a provocado
realmente todo, no puede dejar que Hugo aguante las culpas.
En cambio, Esteban no
puede articular palabra. La mira con la boca semi-abierta.
Lo mira ahora a él. La
camisa que lleva hace que se le marque cada músculo del torso, y su
fuerte mandíbula la distrae continuamente.
-¿Puedes explicármelo?
Por favor, Maite – dice dándose cuenta de lo roja que se a puesto
de golpe.
Ella aprieta los dientes
y mira hacia otro lado, intentando pensar qué decir para arreglarlo.
Hugo, al verla mal,
intenta cambiar de tema. Pero tristemente, no piensa demasiado antes de hablar.
-El caso, Esteban, es
que no sabe si el hijo es tuyo o mío.
Maite lo mira unos
segundos.
Esteban hace una mueca,
pero pronto la borra de su angulosa cara y la cambia por una extraña
tranquilidad.
Se gira hacia Maite en
silencio, le aguanta la mirada unos segundos.
Se levanta después y se
agacha a su lado, hasta estar a la altura de su oído.
La joven se estremece.
Es tan sexy. Nota su respiración agitada, a pesar de su aparente
tranquilidad, y también su salvaje tono de voz al susurrarle.
Hugo tarda unos segundos
en comprender. Se levanta también y lo empuja. Recibe a cambio una
bofetada en plena cara que hace que se le hinche un ojo al cabo de
unos segundos.
Maite grita.
Esteban sonríe en su
interior.
-Acuérdate de esto,
Maite, porque no pienso tener nada que ver contigo ni con tu
asquerosa vida. Te quiero fuera de ella, ¿me oyes? - Esteban se
aleja de ellos y va hacia la puerta -¡Y no vuelvas a acercarte a
Elisa! - le grita antes de desaparecer.
Hugo gruñe y se sienta
en el sofá, con la cabeza entre las manos.
Maite suelta una
risotada seca y sin expresión.
-El muy guarro me ha
llamado puta.
***
Llueve. Demasiado.
Normalmente adora la
lluvia, pero justo hoy, la ha empezado a odiar.
Leo se sacude el pelo
con una mano al entrar en la cafetería.
Guille, Mario y Alberto
lo esperan sentados en la mesa de siempre. Ya han pedido su bebida.
Se sienta en silencio.
-Vienes empapado –
comenta Mario, con su adorable e infantil tono de voz.
-¿Sabes de la
existencia del paraguas? - le pregunta el dueño del establecimiento
desde la barra.
Leo le dedica una
sonrisa.
-Adrián ha ido a hablar
hoy con África. Dice que lo ha pensado mejor, y que si os parece
bien, le gustaría disculparse en persona y hablarlo, que todo esto
fue un enorme error, aunque cree tener una razón bastante razonable
– suelta Alberto de golpe. Todos lo observan atentamente – He pensado que sería mejor decirlo ahora - dice al ver las extrañas muecas que tienen todos.
Mario asiente. De acuerdo.
Leo sonríe.
-Me alegra saberlo –
dice, bastante contento.
En cambio Guille no dice
nada. Todos esperan algo, pero terminan por quitarle importancia.
-¿Has hablado con
Blanca? - pregunta Mario a Leo después de un rato.
El chico niega con la
cabeza, algo molesto.
-¿Por qué tiene que
hablar con Blanca? - dice Guille con tono borde – Si la dejó
plantada y sola – Leo levanta la cabeza.
-Porque la vi con mi
primo.
-¿¡Con Victor!? ¡Pero
si tiene dieciocho años!
-Sí, pero ya sabes cómo
es él... Se ve que le gustan todas – Mario suspira – Que yo
recuerde, ya salió con una chica mucho menor que él, y mi madre me
dijo que podía ser porque sus padres también eran así, se llevaban
casi diez años y nunca le pareció que eso fuese malo.
-Aún así – dice Leo,
con un tono claramente controlado -, aunque no quiero que parezca que
me importa demasiado, me sorprende que Blanca le hiciese caso.
-¡Ah, pero si todavía
no están saliendo! - exclama Mario. A su amigo parece iluminársele
la cara, pero lo sabe esconder rápidamente - Según parece a ella
le da miedo, pero le gusta, y a él no le importa esperar.
-No me digas – dice
Guille con un tono burlón algo despectivo – .A mí me suena a que
él tiene mucho dinero y ella quiere ropa nueva, como la anterior
niñata con la que salió.
Leo lo amenaza con la
mirada.
-Estamos hablando de
Blanca, Guille.
-¿Acaso yo no?
Leo se levanta y se
coloca muy cerca de él.
-¡Bueno, bueno, ya
basta! - grita el camarero.
Leo suelta un leve
gruñido y después sale de la cafetería dando dos zancadas.
Mario y Alberto se miran
y luego miran a Guille unos segundos, antes de salir detrás de Leo y
dejarlo solo con una sonrisa amarga en la cara y unos ojos vidriosos.
-Perdón – susurra.
-Ya te he dicho que
tienes que decírselo – dice el camarero acercándose lentamente y
sentándose frente a él.
***
Adrián saca un paraguas
y lo alza encima de sus cabezas. Ambos caben debajo a duras penas.
La mira de arriba a
abajo por el rabillo del ojo cuando ella no se da cuenta. Una mirada
demasiado indiscreta, ya que ella lo nota, a pesar de no decir nada.
-Déjame decirte que
estas preciosa.
-Quizá no haya acertado
con el vestido de verano... hace bastante frío – dice ella con una
media sonrisa.
Él le sonríe pícaro.
Se acerca y le propone una mano. Ella la acepta sonrojada.
Ambos salen de debajo
del poblado árbol y penetran en la lluvia, que empieza a ser menos
abundante.
-Gracias por darme algún
tiempo– dice ella casi entre susurros. Pero están tan apretados
bajo el paraguas que aunque si lo hubiera dicho más bajo, el chico
lo hubiese entendido perfectamente – es importante para mí poder
pensarlo detenidamente.
Él la mira fijamente.
Cuando ella lo mira, se da cuenta de que le está mirando
los labios.
-¡Perdona, ¿tengo la
cara manchada de batido?! - se desespera ella, avergonzada.
-¡No, no! - Adrián ríe
con ganas. Acaba relajándose – era solo que tenia ganas de
besarte.