domingo, 13 de octubre de 2013

Rarezas




Muchas veces, confundimos a extraños con raros. Las personas extrañas, que no conocemos, simplemente son eso, desconocidos, no sabemos nada de ellos, lo que han pasado o cómo son, muchas veces desconocemos incluso su nombre, y por ello, criticamos, no nos damos cuenta de lo que eso puede llegar a doler, que sin saber, el resto del mundo habla mal de ti, porque cometiste el error de ser amigo de alguien que no debías, o hiciste algo que a nadie le pareció bonito, pero son personas, y en algún momento, si no hubieras actuado de una forma, o alguien hubiese actuado por ti, podría haber acabado siendo tú esa persona maltratada por la sociedad. 

Blanca observa al chico al que unas chicas mayores que él, con pintas de zorras acosan por la calle. 
Debe de pasarlo mal. 
Victor enciende la radio. Suena Carry On de Fun. El joven mueve la cabeza hacia un lado. 

-¿Te gusta esta canción?

-No está mal. 

Él la mira unos segundos antes de seguir mirando hacia la carretera. 

-¿Qué miras?

-Al chico de allí. 

Victor la mira imitando la expresión de un niño enfadado.

-¿Te gusta él?

Ella le da un codazo con tan poca fuerza que lo hace reír. 

-No seas tonto... - dice ella - No es eso, es que le están molestando. 

Victor lo observa entonces también. Se acerca un poco más a la acera en la que está y les pita a las chicas. 

-¡Eh, dejadlo en paz!

Ellas lo miran algo sorprendidas, pero se alejan. 
Blanca se gira rápidamente hacia el joven, incluso más sorprendida que ellas. 

-¿Cómo...?

-¡Victor! - sonríe el chico. Tiene una sonrisa preciosa. Blanca se da cuenta entonces de su parecido con el joven. 

-Hola, Mario. ¿Estás bien?

-Sí, sí. En realidad no me estaban haciendo nada. Solo querían el teléfono de Adrián. 

-No me digas. 

El chico asiente con un movimiento seco de cabeza y sube al coche. 

Saluda a Blanca. 

-Hola... ¿Blanca? 

***

-...Yo... solo quiero que no me deje sola otra vez... La primera vez no me dijo que le gustaba, mientras que él a mí sí, y al no decírmelo él, no pudimos salir juntos, y ahora...

-¿Has pensado que podrías habérselo dicho tú?

-¡¿Yo?! - puso cara de estar completamente en desacuerdo, casi enfadada - ¿Cómo quieres que YO se lo diga a ÉL?

-Pues te acercas y le dices: Adrián, me gustas...

-¡Claro, y me dice que yo a él no y no vuelvo a verle! - dice África con un falso entusiasmo.

-No, África, no lo entiendes... - ella hace una mueca irónica – Muchas veces, a los chicos les da el mismo miedo que a las chicas en lo que se refiere a pedirle salir a alguien.

-Pues según lo que yo he visto, muchas veces no es así.

-No te entiendo.

-Tú, le pediste salir a Almdena, tú, le pediste salir a Blanca, tú, me pediste salir a mí...

-En realidad yo no te pedí salir, fui y te besé, lo que fue mucho más eficaz.

-Ya, bueno, aunque hiciese falta que me secuestrasen para que te fijases en que existía siquiera  en un mundo muy lejano al tuyo.

-¿Qué?

África lo mira tristemente. Él la mira a los ojos unos segundos y después aparta la mirada, algo sorprendido, pero en silencio.
Entonces ella entiende que había hecho mal al hablar del tema, y decidió hablar de otra cosa: 

-Entonces, ¿tú crees que debería ir a su casa y pedirle salir?

-Sí.

-¿Y si me dice que no?

-No pierdes nada.

-¡Sí que lo pierdo! - ella se levanta y se alisa los pantalones vaqueros. Ernesto la observa unos segundos - ¡Si no le gusto no querrá volver a verme para evitar situaciones incómodas!

-¿Consideras realmente que todo lo que ha hecho es porque no te quiere?

África mira el suelo. Balbucea un intento de algo suficientemente creíble como escusa, en vano.

-A mí no hace falta que me convenzas, África. Hazlo, si sale bien, perfecto, pero si sale mal, ya tienes una experiencia más, una lección y estarás igual que ahora solo que sin el estrés.

-A cambio tendré una depresión.

Ernesto sonríe tristemente y se levanta. Sin darle tiempo a ella para apartarse, la abraza.

-Todo va salir bien, ¿de acuerdo?

-Va...vale.

Cuando por fin la suelta, le sonríe.

-Intenta ponerte ese perfume con olor a lavanda que llevas puesto hoy, huele realmente bien – dice antes de darle un apretón en el brazo y alejarse escaleras arriba mientras suena el insoportable pitido de la campana, anunciando otras tres horas de clase.


***

-¿Lo has pensado bien? ¿Estás totalmente segura?

-Sí.

-¿Crees que podrás hacerlo?

-Sí.

-Muy bien, pues arriba – dice Esteban tendiéndole una mano a Maite, que se levanta aceptando de buena gana su ayuda y se obliga a mantenerse de pie.

El chico la agarra de la cintura para ayudarla a ir hasta el salón, donde Elisa espera impaciente eso tan importante de lo que deben hablarle.
Ella piensa que es algo sobre las autolesiones de Esteban, que pronto mejorará, y que todo volverá a ir bien, no se imagina nada fuera de lo normal.

Su novio y Maite aparecen en el pequeño pero elegante salón, ella arrastrando los pies por la alfombra y él ayudándola a andar hasta su sillón de las consultas. Uno negro, de cuero, elegante y estrafalario al mismo tiempo, pero insoportablemente cómodo.

Maite tiene un aspecto horrible, hay que decirlo. Lleva consigo a todas partes un cubo azul (para posibles emergencias en su estómago) además de tener una fregona apoyada en una pared de cada habitación.
Está pálida como nunca antes la habían visto y tiene unas profundas ojeras que destacan bastante bien lo oscuros que parecen sus ojos después de varios días sin dormir, sin comer y sin beber nada.

-Te aconsejo que vayas rápido, Maite, pareces realmente enferma.
-Sí, el médico dice que no es más que una gripe intestinal. Deberíais más bien preocuparos por vosotros, no quiero contagiaros – dice ella con una voz muy cansada y ronca.

Ninguno dice nada, pero Elisa carraspea. Claramente le molesta que los haya citado estando ella enferma y con riesgo de contagio. Es un poco maleducado por su parte.

-Bueno, quería contarte algo, Elisa, que he estado guardando en secreto – empieza a decir Maite con voz triste y apagada. No puede mirarla a los ojos, ni siquiera mirar sus desgastadas convers rosas que casi siempre llevaba, que le dan una imagen algo más infantil de lo que es realmente, y que la hacen más adorable aún – Un secreto que te incumbe, es más, tiene que ver directamente contigo.

-Vale – dice ella entre preocupada y ansiosa – cuéntame.

-No puedo hacerte prometer que no te enfadarás porque es improbable que no lo hagas, porque estuvo fatal, lo pasé mal y... me arrepiento tanto...

Al contrario de lo que se esperaba, Elisa no la interrumpe, no dice una sola palabra. Así que cuando Maite se da cuenta de que no puede decir ni una palabra más que no sea lo ocurrido entre ella y el novio de su mejor amiga, la mira directamente a los ojos, buscando cualquier sensación que le dé ánimos para seguir.

Elisa, le devuelve la mirada, le sonríe nerviosa, al menos intentando apoyarla y le dice:

-No sé si sería mejor dejarlo pasar, Maite. Estás enferma, y no es un buen momento... - la joven traga saliva – tengo que admitirte, que fui al baño, el día en que vomitaste, y vi todas esas pruebas de embarazo...

Esteban se tensa muchísimo, cosa que Elisa entiende como que no debería seguir hablando, por miedo a herir a Maite, aunque más bien, él no quiere herirla a ella.

-Esas pruebas de embarazo, dieron positivo, Elisa, tienes razón que no es un buen momento, pero necesito hablarlo contigo, porque de verdad que gracias a mí estás metida en el problema hasta los hombros, y dudo mucho que puedas salir...

Elisa se levanta y se acerca a ella lentamente. Está bastante seria, pero en cambio se coloca frente a su amiga y le da un abrazo.

-Está bien, Maite. Dímelo, te prometo que te ayudaré con esto. Seré tu apoyo, cariño. Todo va a salir bien – se aparta de ella y le seca una lágrima con el dorso de la mano – Cielo... ¿sabes quién es el padre?

-Ajá – contesta Maite con voz asustada y llorosa.

-¿Y lo conoces bien? - pregunta. La joven asiente lentamente – Bien, porque así será mucho más fácil. Si decides tener el bebé tendrás que hablarlo con él para que te ayude, no puede dejarte sola, es una tarea demasiado dura. Además tendrá que ayudarte con los gastos que supone – Esteban se torna pálido -, el cuidado del bebé y los tuyos propios durante el embarazo y después de este, por supuesto.

-Sí... el caso es que no creo que pueda...

-¿Por qué no iba a poder? Al fin y al cabo es su culpa también, ¿no?

-Es que tiene novia, Elisa.

Ella sonríe.

-Estás hecha todo una zorra, chica – le dice dándole un codazo amistoso – Y él, vaya tío...

-Fue más bien por despecho... aún estoy algo triste por lo de Hugo...

-Claro, claro – le dice acariciándole el brazo - Bueno, pues lo llamamos enseguida entonces, ¿me das su número, y hablo con él?

-No hará falta que lo llames – interrumpe Esteban a Maite, justo cuando ella intentaba seguir con la mentira – Soy yo el que la ha dejado embarazada.

***

-¿¡SE HA IDO!?

-Sí, y me ha dejado sola con Esteban, necesito que vengas, por favor.

-Voy en seguida, tranquila.


A los pocos minutos, Hugo estaba delante de la puerta. Maite le abrió la puerta y él la abrazó.

-Estoy encantado de volver a verte – le dijo, sin hacer caso al mal aspecto que tenía.

-Gracias, yo también a ti.

Lo hizo pasar y pudo ver a un desconsolado Esteban, llorando en silencio sentado en el sofá.

Hugo apretó los dientes y se sentó frente a él.

***

-Afri, es un chico, que pregunta por ti.

-¿Un chico? - dice ella confusa.

-Sí – dice su padre de mala gana.

La chica coge el teléfono. Ni siquiera lo piensa, supone que es él.

-¿Adrián?

-¿Cómo lo has sabido, si ni siquiera te he hablado?

-Esperaba que fueses tú, simplemente.

Le pareció escucharlo sonreír.

-¿Te viene bien que nos veamos ahora? Quiero arreglar lo que pasó, si no te importa.

-Está bien – África se pone seria, intentando parecer algo enfada, aunque está demasiado contenta de que la haya llamado.

-¿Te apetece ir a tomar un batido?

-Perfecto.

-Me alegro – Adrián tiene una voz demasiado...seductora. Es tan especial, tan atrayente -. Te recojo en media hora.

-¿Tienes mi dirección?

-Sí... - escucha a la chica carraspear, algo incómoda - Una larga historia, no pienses que te vigilo.

Ella ríe suavemente. Se sienta sobre la cama y mira por la ventana. Parece que no lloverá hasta más tarde, tendrán mucha suerte.

-Está bien, Adrián, nos vemos en media hora.

-Gracias, de verdad.

Ella sonríe. Y cuelga después de escuchar que el chico resopla de alivio.

Da un brinco sobre la cama, corre hacia el armario y saca un vestido beige de encaje, una torera vaquera y unos botines.

Se viste rápidamente, se peina y se maquilla un poco para darle más densidad a sus pestañas y destacar sus ojos.

Suena el móvil, está deseando que sea Adrián diciéndole que la espera en la puerta, pero es Ernesto.

Suspira, pero lo coge.

-Dime.

-¿Qué tal? ¿Has hablado con Adrián?

-Mmmm sí.

-¿Y...?

-¡He quedado con él ahora mismo!

-¡Te dije que todo iría bien!

-Sí, es verdad.

Ernesto sonríe, y ella lucha con todas sus fuerzas por no bostezar.

-Bueno, solo llamaba para eso. Me alegro por ti, África.

-Gracias...

-Adiós.

-Adiós.

¿A qué viene eso? ¿Desde cuando Ernesto se interesa por ella? Es todo demasiado raro...



2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Qué demonios le ha pasado ahora a Ernesto?
¡¡Pobre Esteban y Elisa!! =''''''''( ¡Maldito alcohol!
¡A buenas horas se preocupa Hugo por ella! Agh, qué mal me cae.
¿Victor y Mario son hermanos? ¿En serio?
Pobre Estebaaaaaan

Elena dijo...

¿hermanos? ¿Cuando he dicho yo eso?
Y ya, pobrecitos todos, pero oye, que a Daniel en Vidas Unidas, tampoco le va todo espectacularmente bien eh?