-Entonces –
dice la joven después de beber un último trago de café – dices
que se auto-lesiona.
-Sí – Maite
intenta explicarse sin descubrirse, pero no sabe si va a conseguirlo
porque tiene la cabeza encapotada y está mareada – Lo noté
extraño, y al moverse hacía muecas de dolor. Lo confirmé en
cuanto se negó a subirse las mangas...y cuando los vi, claro.
-Y... ¿y sabes
porqué? - Elisa aguanta con todas sus fuerzas las ganas de llorar.
-Sí, y no te va
a gustar, cariño – dice Maite mirándola a los ojos. Su amiga
asiente muy lentamente, como consentimiento -: Esteban tiene la
sensación de que no se le quiere en tu casa, no quiere ser una
carga, y estuvo a punto de irse. Lo convencí de hacer lo contrario y
de que se buscase un trabajo. Hay que decir que salió de aquí con
la moral bastante alta...
-Después de
visitarte, no volvió, y pensé que todo iba bien, no me preocupé en
absoluto. ¿Soy una mala persona? - dice Elisa antes de derrumbarse
de nuevo.
-No, cielo, no
llores – le pide Maite sentándose a su lado – Lo invité a
dormir aquí porque se hizo tarde y él estaba mal, hubiera sido
peligroso que estuviese por la calle de noche y en su estado. Durmió
en el sofá – dice ella seriamente. Elisa la mira fijamente -.
Siento no haberte avisado. Fue muy estúpido por mi parte. Pero es
que estaba rendida y él también y se nos pasó.
-Sí, hubiera
estado bien haber sabido dónde estaba – le echa en cara Elisa.
-Bueno, volvió
a casa, ¿no? - dice la psicóloga intentando salvarse del enfado de
la otra – En un principio, quería irse. Eso es un comienzo. Ahora
hay que hablar con él, pero tú no puedes decirle nada, dudo que le
siente bien que lo sepas. Intenta mantenerte alejada aparentemente de
todo esto.
***
Llama al timbre
y Leo y Alberto salen corriendo escaleras abajo.
-Idiotas –
murmura la chica.
Una mujer con
voz encantadora le abre la puerta.
-¿Si?
La chica le
sonríe.
-Soy África.
Venía a hablar con Adrián.
La mujer hace
una mueca, pero la hace pasar. La acompaña al salón y la invita a
sentarse y a tomar un limonada casera.
-Muchas gracias,
Amanda – le agradece la chica, que no ha comido aún.
-De nada,
cariño.
Ambas permanecen
en silencio y beben un poco de sus limonadas.
Está buenísima.
África no puede evitar bebérsela entera en poco tiempo.
-África, cariño
– le dice la mujer -, sabes que Adrián no quiere veros, ¿verdad?
-Lo sé –
asegura ella. Aunque las palabras de la mujer le han dolido bastante.
-Tienes que
entenderlo. No puedo obligarlo a hacer nada que él no quiera, por
supuesto, pero he intentado convencerlo...
-Te lo
agradecemos, Amanda, puedes estar segura – empieza a decir la chica
-. Lo que no entendemos muy bien es su razón para hacerlo. Quiero
decir, estoy de acuerdo en que su padre es un hombre muy peligroso,
pero la policía lo busca, y si viene a por nosotros, puede hacerlo
aunque ya no estemos todos con él, le dolerá igual y podemos ser
rehenes igualmente...
-Perdona, ¿qué?
- dice Amanda confusa.
África no sabe
que decir. ¿Qué ha dicho que ella no entienda?
-Esto... Yo...
Adrián nos dijo que no podíamos vernos por miedo a que su padre nos
utilizara en su contra...
-¿¡Qué!? - la
mujer parece horrorizada.
En ese momento,
Adrián entra en el piso junto con su padrastro.
Se torna
realmente serio al ver a África allí sentada.
-A...Adrián,
hijo mío, lo siento pero tienes que decirle la verdad a esta chica.
-¿Qué no es
verdad? - pregunta extrañada África.
El chico se
acerca lentamente a ella, la agarra del brazo y la saca del salón.
Joaquín y
Amanda los observan alejarse en silencio.
Adrián la hace
entrar en la perfectamente ordenada habitación y le señala la cama.
-¿Te quieres
sentar?
-Lo que tú
quieras... - dice ella aún algo confundida.
Él le suelta el
brazo y se aleja unos pasos de ella para cerrar la puerta con
pestillo y sentarse en el taburete que hay frente a un sintetizador.
-Creo que voy a
tener que explicarte...
-Más te vale
hacerlo – África parece enfada. Se cruza de brazos.
Adrián aprieta
la boca, molesto.
-Pero no quiero
que te enfades – le advierte. Ella se encoge de hombros, y aunque
el chico no sabe muy bien lo que aquello significa, sigue hablando -.
Mi padre no me preocupa, bueno, me preocupa, por supuesto, pero no
tanto como para dejar todo atrás, eso sería de tontos – Ella
asiente -. En realidad, lo que quiero es empezar de cero, quiero
cambiar. Tengo una nueva familia y vivo en un sitio completamente
diferente, ¿por qué no hacerlo? - mientras habla, observa fijamente
el suelo, o al rededor de África, pero nunca a ella. Tiene miedo de
su reacción - Lo único que tengo que hacer ahora es ayudar a mis
padres adoptivos y atender en las clases de música de mi padre, que
me han hecho progresar mucho – Adrián nota que África se está
enfadando -. Entiéndelo, tendré un futuro... No me falta el dinero,
¿sabes que diferencia supone eso? He vivido en la pobreza desde que
mi madre se fue y ahora no tengo que robar para conseguir comida –
se pasa una mano por el pelo. África respira profundamente -. Cuando
volví del hospital, me habían comprado este sintetizador. Es tan
bueno que suena casi como un piano de cola, ¡imagínate cuánto debe
de valer! ¡Esto es tan impresionante! Lo necesito, África.
-¿Y no
necesitas a tus amigos de siempre? - dice la chica con un tono muy
brusco - ¿Lo vas a hacer todo solo?
-He dicho que
iba a empezar todo de cero – dice él también algo borde.
África se
acerca hasta él y se coloca delante. Que él esté sentado y ella de
pie, le proporciona cierta superioridad.
-¡No puedo
creer que puedas dejarlos solos cuando fueron ellos los que te
cuidaron en el hospital! ¡Estuvieron allí desde que lo supieron, se
ocuparon de ti cuando Amanda y Joaquín estaban trabajando! - la
chica observa como la mirada perpleja de Adrián se convierte en
serio cabreo - ¡No sabes por lo que están pasando! ¡Están
preocupados, ¿sabes?! Creen que han hecho algo mal, intentan buscar
qué es para poder arreglarlo, mientras tú estás aquí
¡aprendiendo a tocar el piano y presumiendo de tener dinero! - dice
ella con asco.
-No me grites...
- murmura él, intentando relajarlos a ambos.
-Uy, sí, ¡el
niño mimado! ¡Vaya a ser que se entere toda tu familia de las
gilipolleces que haces!
Adrián respira
profundamente. La mira y le regala una sonrisa falsa.
-Ese no es un
problema, la habitación está insonorizada, así que no se te
escucha fuera. Simplemente no quiero que me grites.
-¿Te molesta
que te grite una chica? ¡Además de creído, machista! Vamos bien...
-¡No soy ningún
machista! - grita él, ya harto.
El chico se
levanta y se coloca muy recto frente a ella.
Ninguno parece
querer fijarse en lo cerca que están el uno del otro.
-¿Y que vas a
hacer, vas a coger una pataleta de niño rico?
-Sabía que no
lo entenderías, es una pérdida de tiempo. Todo esto no ha servido
para nada. No debería habértelo intentando explicar.
-Entiendo muy
bien que piensas dejar a tus amigos plantados.
-¡No voy a
hacer tal cosa!
-¿Y en qué se
diferencia lo que me has explicado antes de dejarlos plantados?
¡Además de haberlos engañado, ¿porque ahora qué pasará si deciden
ir en busca de tu padre para poder volver a ser amigos?! ¡Sabes que
son muy capaces!
-¡No lo
entiendes! ¡Es algo que debo hacer!
-¡HAY UNA
DIFERENCIA MUY GRANDE ENTRE DEBER Y QUERER! - le grita en la cara la
chica.
África hubiera
esperado un paso hacia atrás, y a un Adrián horrorizado por su
carácter. Pero en lugar de eso recibe un beso.
Un beso corto,
pero perfecto.
Cuando Adrián
se aparta de ella, sí da un paso hacia atrás, y le sonríe. Pero
ella sigue enfadada.
La coge de la
mano y la vuelve a besar. Esta vez con ganas. Ella no tiene más
remedio que devolverle el beso.
Adrián le pone
una mano en la espalda y la sube lentamente hasta su nuca.
Ella simplemente
se deja hacer. No va a rendirse, pero tampoco quiere prescindir de un
beso de Adrián si no va a poder volver a verlo.
-Estoy enamorado
de ti – le dice aún con su boca muy cerca de la suya. Su frente
está apoyada en la de ella.
África intenta con todas sus fuerzas no parecer demasiado atontada. ¿Enamorado? ¿¡De ella!? ¿Cuántas veces ha tenido el lujo de que se lo digan?
Intenta controlar su agitada respiración para poder hablar.
-No quiero dejar
de verte, Adrián – dice ella más calmada.
-Yo tampoco
quiero... Es solo que necesito cambiar.
-Eres perfecto
así, no te das cuenta. Tienes buenos amigos, te quieren, y yo... yo
también te quiero. No puedes dejarnos atrás.
El chico la besa
una última vez y esta vez, mete una mano debajo de su camiseta.
Ella intenta no
parecer sorprendida, pero Adrián ya se ha dado cuenta y sonríe. Así
que decide no quedarse quieta esta vez y le pasa las manos por el
pelo.
Alguien llama a
la puerta con brusquedad.
-¡ADRIÁN!
-¿QUÉ QUIERES,
ANTONIO? - responde el chico deteniendo aquel momento muy a su pesar.
-¿TODO BIEN?
-SÍ, GRACIAS.
Adrián vuelve a
mirar a África y le sonríe. Ella no puede mirarlo a la cara. Está
totalmente roja.
-Eres preciosa,
así.
-No me digas –
dice ella separándose unos centímetros. Él la observa.
Cuando ya puede hablar sin que le tiemble la voz, sigue hablando - .
Lo que estás haciendo no está bien, Adrián. No van a querer dejar
de verte así cómo así.
-Lo sé, pero
tendrán que hacerse a la idea.
-¿Se lo vas a
decir tú?
-¡Por supuesto
que no!
África empieza
a enfadarse de verdad esta vez. Nota que toda la emoción del beso
desaparece demasiado rápido y aparece un odio repentino
hacia Adrián.
-¡No eres más
que un cerdo!
-¿¡Yo!?
-¡Tú! ¡¿A
qué a venido todo esto?! ¡Yo solo quería explicaciones! - grita
ella antes de ir hacia la puerta.
-¡Pues tampoco
es que no te haya gustado, ¿has visto cómo vas vestida? Ponte unos
pantalones más cortos si quieres, p...! - se corta en seco.
África se gira
hacia él lentamente, en silencio.
-¿Qué ibas a
decirme?
-Nada – dice
él secamente y cruzándose de brazos.
África aprieta
los dientes. Respira profundamente y se apresura a quitar el
pestillo.
-No... no
vuelvas a hablarme – dice antes de salir de la habitación.
Tiene suerte de
no encontrar a Joaquín y a Amanda en el salón, ni tampoco en la
entrada, y sale corriendo del piso.
Nadie la
detiene, y le duele. Ni siquiera va a hacer el esfuerzo de intentar
hacerla regresar.
***
-¿Qué le pasa
a esta chica? - pregunta Antonio algo atónito.
-Solo tiene
mucho carácter – le contesta con cierto toque melancólico en la
voz.
-¿Qué hacíais
encerrados en tu habitación?
Adrián lo mira
fijamente a los ojos.
Antonio siente
un escalofrío recorrerle la espalda.
-Solo quería
hablar con ella. Pero la cosa se ha complicado y ha acabado mal –
dice muy serio el chico.
-Está bien. No
te enfades.
-Me vuelvo
dentro.
Sin esperar a
que su hermano adoptivo le responda, entra dentro, se encierra con
pestillo y se acerca al sintetizador.
Se coloca
delante de pie y toca una nana infantil muy lentamente, después más
rápido, y va a acelerando más a cada repetición.
Cuando ya no
puede ir más rápido, escoge otra canción y repite lo mismo.
Consigue por fin
desconectar.
No debería
haber hecho enfadar a África, y sabe que no ha estado bien
engañarlos de ese modo, pero no podía decirles cara a cara que
piensa tener un futuro musical solo, y sin volver a verlos más.
Unos minutos más
tarde, tiene un nudo en la garganta y le escuecen los ojos.
Se sienta
delante de su nuevo ordenador y entra en Youtube.
Busca los vídeos
que subió Leo, pero no los encuentra. Lo intenta de nuevo cambiando
alguna palabra en la barra de búsquedas, pero tampoco lo consigue.
Quizá haya
algún vídeo en Twitter.
Nada.
No hay
absolutamente nada.
Ellos no han
existido como banda, aparentemente.
Empieza
a pensar en posibles razones que expliquen su desaparición en la red : los han denunciado y han borrado
cualquier cosa que tuviera que ver con ellos; han hackeado
sus cuentas; o todo el mundo los odia y no les gusta su música y se
han puesto de acuerdo para eliminarlo todo.
Ninguna de las
tres posibilidades le parece lo suficientemente convincente como la
última que tiene en mente.
Leo.
***
- ¿Es posible que llegue a ser más capullo?
-¡Y no quiere decíroslo, no me parece nada justo! - dice África, indignada. Se ha saltado la parte de los besos y lo ha cambiado por un <<Nos relajamos un poco para hablar con más claridad y entonces me llamó puta>>.
-¡No puedo creer que nos haga esto! - casi grita Mario, es la primera vez que África lo ve enfadado, parece tan adorable normalmente... y en cambio ahora puede ver la rabia en sus ojos.
-No volveremos a venir a intentar verlo, no merece ni que lo echemos de menos - empieza a decir Leo - África, serás el nuevo Adrián.
-Gra...gracias - dice ella confusa.
Alberto mira a Leo seriamente. ¿África? ¿Sustituyendo a su mejor amigo?
Resopla y lo acepta.
Está seguro de que solo es una mala racha de Adrián, ¡no van a dejar de verlo para siempre!
***
Sube las escaleras del edificio.
Ha venido andando, porque no podía decirle a Leo que lo llevase él. No saben nada.
La respiración empieza a fallarle. Venir andando desde su casa no ha sido una buena idea.
Cuando por fin llega al piso que quiere y toca al timbre.
Adrián le abre la puerta esperando que fuese seguramente otra persona.
- Hola... - saluda Alberto.
Su amigo no dice nada.
Se aleja un paso, y luego lo abraza.
-¿Adrián?
-Menos mal que has venido - le contesta el chico llorando.
2 comentarios:
O sea, no les deja verle y luego se alegra de que vaya a visitarle, lo abraza y llora?? A mí que me lo expliquen...
Tenemos dos candidatos para el premio al mayor mentiroso: Maite y Adrián.
Jajajajja ya jajajajaj
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