miércoles, 11 de septiembre de 2013

Explicaciones, besos y lágrimas


 


-Entonces – dice la joven después de beber un último trago de café – dices que se auto-lesiona.

-Sí – Maite intenta explicarse sin descubrirse, pero no sabe si va a conseguirlo porque tiene la cabeza encapotada y está mareada – Lo noté extraño, y al moverse hacía muecas de dolor. Lo confirmé en cuanto se negó a subirse las mangas...y cuando los vi, claro. 

-Y... ¿y sabes porqué? - Elisa aguanta con todas sus fuerzas las ganas de llorar.

-Sí, y no te va a gustar, cariño – dice Maite mirándola a los ojos. Su amiga asiente muy lentamente, como consentimiento -: Esteban tiene la sensación de que no se le quiere en tu casa, no quiere ser una carga, y estuvo a punto de irse. Lo convencí de hacer lo contrario y de que se buscase un trabajo. Hay que decir que salió de aquí con la moral bastante alta...

-Después de visitarte, no volvió, y pensé que todo iba bien, no me preocupé en absoluto. ¿Soy una mala persona? - dice Elisa antes de derrumbarse de nuevo.

-No, cielo, no llores – le pide Maite sentándose a su lado – Lo invité a dormir aquí porque se hizo tarde y él estaba mal, hubiera sido peligroso que estuviese por la calle de noche y en su estado. Durmió en el sofá – dice ella seriamente. Elisa la mira fijamente -. Siento no haberte avisado. Fue muy estúpido por mi parte. Pero es que estaba rendida y él también y se nos pasó.

-Sí, hubiera estado bien haber sabido dónde estaba – le echa en cara Elisa.

-Bueno, volvió a casa, ¿no? - dice la psicóloga intentando salvarse del enfado de la otra – En un principio, quería irse. Eso es un comienzo. Ahora hay que hablar con él, pero tú no puedes decirle nada, dudo que le siente bien que lo sepas. Intenta mantenerte alejada aparentemente de todo esto.

***

Llama al timbre y Leo y Alberto salen corriendo escaleras abajo.
-Idiotas – murmura la chica.

Una mujer con voz encantadora le abre la puerta.

-¿Si?

La chica le sonríe.

-Soy África. Venía a hablar con Adrián.

La mujer hace una mueca, pero la hace pasar. La acompaña al salón y la invita a sentarse y a tomar un limonada casera.

-Muchas gracias, Amanda – le agradece la chica, que no ha comido aún.

-De nada, cariño.

Ambas permanecen en silencio y beben un poco de sus limonadas.
Está buenísima. África no puede evitar bebérsela entera en poco tiempo.

-África, cariño – le dice la mujer -, sabes que Adrián no quiere veros, ¿verdad?

-Lo sé – asegura ella. Aunque las palabras de la mujer le han dolido bastante.

-Tienes que entenderlo. No puedo obligarlo a hacer nada que él no quiera, por supuesto, pero he intentado convencerlo...

-Te lo agradecemos, Amanda, puedes estar segura – empieza a decir la chica -. Lo que no entendemos muy bien es su razón para hacerlo. Quiero decir, estoy de acuerdo en que su padre es un hombre muy peligroso, pero la policía lo busca, y si viene a por nosotros, puede hacerlo aunque ya no estemos todos con él, le dolerá igual y podemos ser rehenes igualmente...

-Perdona, ¿qué? - dice Amanda confusa.

África no sabe que decir. ¿Qué ha dicho que ella no entienda?

-Esto... Yo... Adrián nos dijo que no podíamos vernos por miedo a que su padre nos utilizara en su contra...

-¿¡Qué!? - la mujer parece horrorizada.

En ese momento, Adrián entra en el piso junto con su padrastro.
Se torna realmente serio al ver a África allí sentada.

-A...Adrián, hijo mío, lo siento pero tienes que decirle la verdad a esta chica.

-¿Qué no es verdad? - pregunta extrañada África.

El chico se acerca lentamente a ella, la agarra del brazo y la saca del salón.
Joaquín y Amanda los observan alejarse en silencio.

Adrián la hace entrar en la perfectamente ordenada habitación y le señala la cama.

-¿Te quieres sentar?

-Lo que tú quieras... - dice ella aún algo confundida.

Él le suelta el brazo y se aleja unos pasos de ella para cerrar la puerta con pestillo y sentarse en el taburete que hay frente a un sintetizador.

-Creo que voy a tener que explicarte...

-Más te vale hacerlo – África parece enfada. Se cruza de brazos.

Adrián aprieta la boca, molesto.

-Pero no quiero que te enfades – le advierte. Ella se encoge de hombros, y aunque el chico no sabe muy bien lo que aquello significa, sigue hablando -. Mi padre no me preocupa, bueno, me preocupa, por supuesto, pero no tanto como para dejar todo atrás, eso sería de tontos – Ella asiente -. En realidad, lo que quiero es empezar de cero, quiero cambiar. Tengo una nueva familia y vivo en un sitio completamente diferente, ¿por qué no hacerlo? - mientras habla, observa fijamente el suelo, o al rededor de África, pero nunca a ella. Tiene miedo de su reacción - Lo único que tengo que hacer ahora es ayudar a mis padres adoptivos y atender en las clases de música de mi padre, que me han hecho progresar mucho – Adrián nota que África se está enfadando -. Entiéndelo, tendré un futuro... No me falta el dinero, ¿sabes que diferencia supone eso? He vivido en la pobreza desde que mi madre se fue y ahora no tengo que robar para conseguir comida – se pasa una mano por el pelo. África respira profundamente -. Cuando volví del hospital, me habían comprado este sintetizador. Es tan bueno que suena casi como un piano de cola, ¡imagínate cuánto debe de valer! ¡Esto es tan impresionante! Lo necesito, África.

-¿Y no necesitas a tus amigos de siempre? - dice la chica con un tono muy brusco - ¿Lo vas a hacer todo solo?

-He dicho que iba a empezar todo de cero – dice él también algo borde.

África se acerca hasta él y se coloca delante. Que él esté sentado y ella de pie, le proporciona cierta superioridad.

-¡No puedo creer que puedas dejarlos solos cuando fueron ellos los que te cuidaron en el hospital! ¡Estuvieron allí desde que lo supieron, se ocuparon de ti cuando Amanda y Joaquín estaban trabajando! - la chica observa como la mirada perpleja de Adrián se convierte en serio cabreo - ¡No sabes por lo que están pasando! ¡Están preocupados, ¿sabes?! Creen que han hecho algo mal, intentan buscar qué es para poder arreglarlo, mientras tú estás aquí ¡aprendiendo a tocar el piano y presumiendo de tener dinero! - dice ella con asco.

-No me grites... - murmura él, intentando relajarlos a ambos.

-Uy, sí, ¡el niño mimado! ¡Vaya a ser que se entere toda tu familia de las gilipolleces que haces!

Adrián respira profundamente. La mira y le regala una sonrisa falsa.

-Ese no es un problema, la habitación está insonorizada, así que no se te escucha fuera. Simplemente no quiero que me grites.

-¿Te molesta que te grite una chica? ¡Además de creído, machista! Vamos bien...

-¡No soy ningún machista! - grita él, ya harto.

El chico se levanta y se coloca muy recto  frente a ella.
Ninguno parece querer fijarse en lo cerca que están el uno del otro.

-¿Y que vas a hacer, vas a coger una pataleta de niño rico?

-Sabía que no lo entenderías, es una pérdida de tiempo. Todo esto no ha servido para nada. No debería habértelo intentando explicar.

-Entiendo muy bien que piensas dejar a tus amigos plantados.

-¡No voy a hacer tal cosa!

-¿Y en qué se diferencia lo que me has explicado antes de dejarlos plantados? ¡Además de haberlos engañado, ¿porque ahora qué pasará si deciden ir en busca de tu padre para poder volver a ser amigos?! ¡Sabes que son muy capaces!

-¡No lo entiendes! ¡Es algo que debo hacer!

-¡HAY UNA DIFERENCIA MUY GRANDE ENTRE DEBER Y QUERER! - le grita en la cara la chica.

África hubiera esperado un paso hacia atrás, y a un Adrián horrorizado por su carácter. Pero en lugar de eso recibe un beso.
Un beso corto, pero perfecto.
Cuando Adrián se aparta de ella, sí da un paso hacia atrás, y le sonríe. Pero ella sigue enfadada.
La coge de la mano y la vuelve a besar. Esta vez con ganas. Ella no tiene más remedio que devolverle el beso.
Adrián le pone una mano en la espalda y la sube lentamente hasta su nuca.
Ella simplemente se deja hacer. No va a rendirse, pero tampoco quiere prescindir de un beso de Adrián si no va a poder volver a verlo.

-Estoy enamorado de ti – le dice aún con su boca muy cerca de la suya. Su frente está apoyada en la de ella. 

África intenta con todas sus fuerzas no parecer demasiado atontada. ¿Enamorado? ¿¡De ella!? ¿Cuántas veces ha tenido el lujo de que se lo digan? 
Intenta controlar su agitada respiración para poder hablar.  

-No quiero dejar de verte, Adrián – dice ella más calmada.

-Yo tampoco quiero... Es solo que necesito cambiar.

-Eres perfecto así, no te das cuenta. Tienes buenos amigos, te quieren, y yo... yo también te quiero. No puedes dejarnos atrás.

El chico la besa una última vez y esta vez, mete una mano debajo de su camiseta.
Ella intenta no parecer sorprendida, pero Adrián ya se ha dado cuenta y sonríe. Así que decide no quedarse quieta esta vez y le pasa las manos por el pelo.

Alguien llama a la puerta con brusquedad.

-¡ADRIÁN!

-¿QUÉ QUIERES, ANTONIO? - responde el chico deteniendo aquel momento muy a su pesar.

-¿TODO BIEN?

-SÍ, GRACIAS.

Adrián vuelve a mirar a África y le sonríe. Ella no puede mirarlo a la cara. Está totalmente roja.

-Eres preciosa, así.

-No me digas – dice ella separándose unos centímetros. Él la observa. Cuando ya puede hablar sin que le tiemble la voz, sigue hablando - . Lo que estás haciendo no está bien, Adrián. No van a querer dejar de verte así cómo así.

-Lo sé, pero tendrán que hacerse a la idea.

-¿Se lo vas a decir tú?

-¡Por supuesto que no!

África empieza a enfadarse de verdad esta vez. Nota que toda la emoción del beso desaparece demasiado rápido y  aparece un odio repentino hacia Adrián.

-¡No eres más que un cerdo!

-¿¡Yo!?

-¡Tú! ¡¿A qué a venido todo esto?! ¡Yo solo quería explicaciones! - grita ella antes de ir hacia la puerta.

-¡Pues tampoco es que no te haya gustado, ¿has visto cómo vas vestida? Ponte unos pantalones más cortos si quieres, p...! - se corta en seco.

África se gira hacia él lentamente, en silencio.

-¿Qué ibas a decirme?

-Nada – dice él secamente y cruzándose de brazos.

África aprieta los dientes. Respira profundamente y se apresura a quitar el pestillo.

-No... no vuelvas a hablarme – dice antes de salir de la habitación.

Tiene suerte de no encontrar a Joaquín y a Amanda en el salón, ni tampoco en la entrada, y sale corriendo del piso.
Nadie la detiene, y le duele. Ni siquiera va a hacer el esfuerzo de intentar hacerla regresar.

***

-¿Qué le pasa a esta chica? - pregunta Antonio algo atónito.

-Solo tiene mucho carácter – le contesta con cierto toque melancólico en la voz.

-¿Qué hacíais encerrados en tu habitación?

Adrián lo mira fijamente a los ojos.
Antonio siente un escalofrío recorrerle la espalda.

-Solo quería hablar con ella. Pero la cosa se ha complicado y ha acabado mal – dice muy serio el chico.

-Está bien. No te enfades.

-Me vuelvo dentro.

Sin esperar a que su hermano adoptivo le responda, entra dentro, se encierra con pestillo y se acerca al sintetizador.
Se coloca delante de pie y toca una nana infantil muy lentamente, después más rápido, y va a acelerando más a cada repetición.
Cuando ya no puede ir más rápido, escoge otra canción y repite lo mismo.

Consigue por fin desconectar.
No debería haber hecho enfadar a África, y sabe que no ha estado bien engañarlos de ese modo, pero no podía decirles cara a cara que piensa tener un futuro musical solo, y sin volver a verlos más.
Unos minutos más tarde, tiene un nudo en la garganta y le escuecen los ojos.
Se sienta delante de su nuevo ordenador y entra en Youtube.
Busca los vídeos que subió Leo, pero no los encuentra. Lo intenta de nuevo cambiando alguna palabra en la barra de búsquedas, pero tampoco lo consigue.
Quizá haya algún vídeo en Twitter.
Nada.
No hay absolutamente nada.
Ellos no han existido como banda, aparentemente.
Empieza a pensar en posibles razones que expliquen su desaparición en la red : los han denunciado y han borrado cualquier cosa que tuviera que ver con ellos; han hackeado sus cuentas; o todo el mundo los odia y no les gusta su música y se han puesto de acuerdo para eliminarlo todo.
Ninguna de las tres posibilidades le parece lo suficientemente convincente como la última que tiene en mente.
Leo. 
*** 
- ¿Es posible que llegue a ser más capullo? 
-¡Y no quiere decíroslo, no me parece nada justo! - dice África, indignada. Se ha saltado la parte de los besos y lo ha cambiado por un <<Nos relajamos un poco para hablar con más claridad y entonces me llamó puta>>. 
-¡No puedo creer que nos haga esto! - casi grita Mario, es la primera vez que África lo ve enfadado, parece tan adorable normalmente... y en cambio ahora puede ver la rabia en sus ojos. 
-No volveremos a venir a intentar verlo, no merece ni que lo echemos de menos - empieza a decir Leo - África, serás el nuevo Adrián.
-Gra...gracias - dice ella confusa. 
Alberto mira a Leo seriamente. ¿África? ¿Sustituyendo a su mejor amigo? 
Resopla y lo acepta. 
Está seguro de que solo es una mala racha de Adrián, ¡no  van a dejar de verlo para siempre!

***

Sube las escaleras del edificio. 
Ha venido andando, porque no podía decirle a Leo que lo llevase él. No saben nada.

La respiración empieza a fallarle. Venir andando desde su casa no ha sido una buena idea. 

Cuando por fin llega al piso que quiere y toca al timbre. 

Adrián le abre la puerta esperando que fuese seguramente otra persona. 

- Hola... - saluda Alberto.

Su amigo no dice nada. 
Se aleja un paso, y luego lo abraza. 

-¿Adrián? 

-Menos mal que has venido - le contesta el chico llorando.

2 comentarios:

Unknown dijo...

O sea, no les deja verle y luego se alegra de que vaya a visitarle, lo abraza y llora?? A mí que me lo expliquen...
Tenemos dos candidatos para el premio al mayor mentiroso: Maite y Adrián.

Elena dijo...

Jajajajja ya jajajajaj