viernes, 17 de mayo de 2013

La luna



  • Hola, ¿quién eres? - pregunta el chico desconocido. Se levanta y se acerca a ella. Se le ve bastante fornido, tiene una espalda enorme.
  • Soy... África.
  • África... ¿y a qué has venido?
Leo tose detrás del chico y se acerca a ella.
  • ¿Qué haces aquí? - le pregunta con tono borde.
  • He venido a ver a Adrián...
  • ¿Cómo sabías que estaba aquí?
<<Piensa, piensa rápido>>. No puede echar todas las culpas a Blanca, podría meterla en un problema sin saberlo.
  • Lo vi en las noticias. Pensé que podría ser él y vine en cuanto pude.
África mira a Adrián. Los ojos claros de él están clavados en los suyos. Vuelve de nuevo a mirar a Leo, que está demasiado cerca de su cara.
  • ¿No me crees?
  • Sinceramente... me da igual – dice él apartándose y dejándola pasar.
África descuelga su mochila de uno de sus hombros y luego la deja caer con suavidad en el suelo junto a una pata de la cama.
Se acerca al chico, tanto que puede ver lo pálido que está y como resalta el moratón en su ojo derecho, que está bastante hinchado.
Ninguno de los dos habla una sola palabra, simplemente se miran a los ojos.
  • Supongo que tendréis cosas que hablar – interrumpe Alberto, que está incómodo desde que entró África.
Se levanta y Guille y Mario lo siguen. Leo mira a Claudia, pero ella no puede apartar la mirada de aquella chica que ha interrumpido su momento con Adrián.
  • Vamos, Claudia... - le dice tocándole el brazo.
Ella lo mira, está seria y aprieta los labios con fuerza.
  • Vamos fuera – le dice con voz dulce.
Ambos salen de la habitación y cierran la puerta detrás de ellos.
África le sonríe finalmente. Adrián había olvidado completamente lo que añoraba esa sonrisa.
  • Hola, Adrián.
  • Hola, África.
  • ¿Cómo estás?
  • ¿Cómo me ves tú?
La chica tuerce la boca y se sienta en la silla junto a la cama.
  • No, por favor, siéntate mejor en la cama, que pueda verte – ella se levanta y Adrián se sienta para dejarle espacio apoyando la espalda en la almohada escondiendo para sí el dolor que eso le provoca - ¿Tan mal estoy?
  • No... si te soy sincera, apenas sé lo que te ha pasado...
  • Bueno, está claro que no he estado recolectado flores por el campo.
  • Sí – vuelve a sonreír -. ¿Qué fue lo que pasó? - dice ya algo más seria.
  • Maltrato.
  • ¿Fue tu padre?
  • Sí – la voz del chico se va volviendo cada vez más sombría.
  • ¿Qué te hizo?
Adrián la mira fijamente.
  • ¿Cómo supiste que estaba aquí?
  • Lo vi en las noticias...
  • Eso es mentira. Sabrías lo que me ha pasado si hubieses visto las noticias. ¿Cómo lo supiste?
  • Me lo dijo Elisa.
  • Elisa...
  • Su novio se llama Esteban, dice que los conociste y que ellos te ayudaron.
  • Sí, sí lo hicieron.
África evita mirarlo directamente a los ojos, aunque nota su mirada clavada en ella.
  • ¿Por qué has intentado engañarme?
  • No quería que pareciese que no me acordaba de ti... ni que no me importabas.
  • Si no te importase no hubieras venido a verme tan tarde.
  • Pero...
  • ¿No te acordabas de mí?
  • Claro que sí, pero he estado muy ocupada con cierto asunto y no he tenido tiempo...
  • ¿Te importaría mucho contármelo? Hace mucho que nadie me dice nada que no sea preguntarme cómo me encuentro y que tu hayas aparecido aquí es la primera cosa realmente buena que ha pasado desde que estoy aquí.

***

  • ¡Ya he vuelto! - no oye ninguna respuesta, y es bastante temprano, son solamente las once, y había prometido llegar a las una de la noche - ¿Hola?
Nada, parece que no hay nadie. Que extraño. Sube a su habitación, al menos él debe estar en casa.
  • ¿Cariño? ¿Hola?
Abre la puerta. Todo está vacío, y desordenado. La ropa tirada por el suelo, los armarios abiertos. Se agacha a recoger una camiseta color roja que ella suele ponerse como pijama aunque sea de su novio.
Hay algo sobre la cama. Una nota.
La coge con las manos temblorosas.
<< Me voy. Lo siento. Esteban>>.
  • ¡¿Qué?!
Vuelve a salir de la habitación y más tarde de la casa, con la nota en la mano y corre. Sabe perfectamente dónde está, pero si no se da prisa, se hará de noche y no lo podrá encontrar.

***

  • Y ese Ernesto... ¿sabe lo de...?
  • No. No creo si quiera que sepa quién eres.
  • Es un alivio – dice él. África lo mira, está mucho más pálido que antes.
  • Adrián, ¿estás bien?
  • ¿Yo? Sí... - su voz suena temblorosa por el cansancio.
  • Necesitas descansar y yo solo soy una carga – dice ella levantándose.
  • No, no...
  • Tranquilo Adrián. Lo digo en serio. Si sigues hospitalizado después de la operación debe de ser por algo, necesitas reposo ante todo. Vendré a verte mañana, con una amiga, ¿te importa?
  • No, claro que no, pero...
  • Además se me ha hecho muy tarde y... Adrián, llevas temblando un tiempo.
  • ¿Temblando?
  • Sí... mira tu mano.
Tiene los ojos vidriosos del sueño y le parece que su mano tiembla tanto que ni siquiera puede ver sus dedos, solo distingue una mancha blanca.
Suelta un gemido.
  • Tranquilo Adrián, solo estás cansado.
El chico toma todo el aire que puede. De repente siente que la cabeza le va a explotar. Empieza a respirar entrecortadamente.
  • Adrián...
  • Tranquila, tranquila...
  • Adrián, deja de de hacer eso, me estás asustando.
El chico abre los ojos, claros, han perdido parte de su luz. África se acerca a el y le da dos besos en las mejillas.
  • Nos vemos mañana. Descansa – dice antes de coger su mochila y alejarse.
  • ¡Espera! - grita el chico con voz ronca. Ella se gira - ¿Puedes sonreírme una última vez antes de irte?
Hubiese visto esa petición un tanto extraña en otras circunstancias, y viniendo de otro chico, pero se le escapa una sonrisa. Al momento se siente estúpida y agacha la cabeza, totalmente roja.
  • Gracias, ha sido precioso, como siempre.
Ella vuelve a sonreír, pero no puede mirarlo. Se siente a la vez tan bien, pero es tan amargo... Adrián no está en condiciones de moverse siquiera, y nunca nadie le ha dicho algo así.
  • A...adiós.
  • Nos vemos mañana – dice él con todas sus ganas.
Y ella se va, no cierra la puerta. Todos se han ido, todos menos un chico, que pasa a su lado sin apenas mirarla.
Alberto entra en la habitación, y lo ve desplomarse sobre un lado, agotado.
  • ¿Qué has hecho?
  • Hablar...
  • Debiste decirle que no podías más...
  • No podía interrumpirla... ella... - tose antes de seguir hablando – es tan preciosa cuando habla... - esta vez tose tan violentamente que le duele el pecho, se encoge sobre sí mismo para intentar que el dolor cese, aprieta los ojos.
Alberto sonríe de medio lado y pulsa el botón que hay junto a la cama para avisar a una enfermera.

***

Ilumina el camino con el móvil.
Todo está lleno de cristales, no quiere acabar la noche en el hospital, además, allí no tiene cobertura.
Hay luna llena, ilumina solamente la mitad del descampado.
Consigue atravesar la parte oscura y subir un pequeño montón de tierra y cemento ya duro, los únicos restos de una obra que apenas fue empezada.
Allí está. Sentado sobre un colchón, mirando el cielo.
  • Sabía que vendrías.
  • Sabes que siempre te encuentro.
  • Quizá soy demasiado predecible.
  • Quizá – dice ella mientras se acerca - ¿qué ha pasado esta vez? - dice con la voz más dulce y melosa que puede.
  • Me peleé con tus padres.
  • ¿Por qué?
  • Dicen que soy un mantenido, que debería tener un trabajo o ayudar en casa. Aportar algo. Tu padre añadió que si no lo hago, debería volver a vivir con mis padres, y convertirme en uno de ellos, que cada día me parezco más.
  • Sabes que eso no es verdad.
  • Ya no me quieren contigo, Elisa.
  • Eso no es decisión suya, ¿no crees?
  • Si vivimos en su casa, sí lo es. Deberías hacerles caso, no quiero que te pase lo mismo que me pasó a mi.
  • Nunca nadie me hará daño, sé defenderme sola. Y también puedo defenderte a ti.
  • ¿Crees que debería trabajar?
  • Tienes la edad de estudiar...
Esteban sonríe. Sus ojos se ven más oscuros con la luz de la luna impactándole en la cara.
  • No insistas. Dejé de estudiar y no pienso volver.
  • ¿Piensas volver a casa, al menos?
  • No, ya no es mi casa.
Elisa suspira.
  • Si yo te invito a quedarte de nuevo, ¿volvería a serlo?
  • Rechazaría tu invitación, como hice hace ya mucho tiempo.
  • Acabaste aceptando.
  • ¿Recuerdas por qué?
Una sonrisa ilumina la cara de la chica, aunque él se mantiene serio.
  • Sí que me acuerdo.
  • Yo solo tengo un vago recuerdo.
  • Ven aquí, entonces, te ayudaré a acordarte.
  • Sabes que estoy sentado en un colchón...
  • En un colchón que lleva yo qué sé cuanto tiempo en un descampado.
  • No, lo he traído yo. Lo traje hace ya mucho tiempo, pero estaba envuelto en una funda de plástico.
  • Hay bichos...
  • Lo dudo mucho.
  • No me convence.
Esteban tira de su brazo hacia abajo y la obliga a sentarse a su lado. La besa.

***

  • ¡Ya era hora! - le recrimina su amiga frotándose los ojos.
  • Lo siento. ¿Estabas dormida?
  • Sí. Me dormí viendo la tele mientras te esperaba.
  • Vaya, lo siento.
  • No pasa nada. Pero ¿dónde estabas?
  • En el hospital.
  • ¿En el de aquí cerca?
  • Sí.
  • ¿Qué ha pasado? - le pregunta mientras ambas se sientan en el sofá. Almudena apaga la televisión con el mando.
  • Un amigo está ingresado.
  • Uff... lo siento. ¿Qué le pasa?
  • Su padre le pegó.
  • Dios.. ¿y está bien?
  • La verdad es que no lo sé muy bien. Estaba agotado, pero insistía en querer que me quedara cada vez que intentaba dejarlo dormir, pero hasta ahora no conseguí convencerlo.
  • Pues vaya, pobrecillo.
  • Almu... ese chico me besó. 
    Almudena la mira fijamente. 

2 comentarios:

Unknown dijo...

¡¡Me ha encantado este capítulo!!
Adoro a Adrián <3

Elena dijo...

Gracias cielo. A mi me encanta tu novela, se ve que tienes talento natural para escribir;)
Un beso muy gordo (*¬*)