Abre los ojos, aturdido.
Siente un peso bastante
grande sobre él, y también mucho calor.
Empieza a tener una leve
sensación de asfixia y se mueve un poco. De pronto, todo cambia, el
peso desaparece, y el calor se va con la desaparición de la sábana
que debería tapar su cuerpo desnudo.
Escucha un leve gritito y
una respiración desesperada a su lado.
Cuando sus ojos se ajustan
a la luz del sol que entra por la ventana, se levanta, y entonces se
da cuenta de que no lleva ropa puesta.
Su ropa está en el suelo,
bueno, a decir verdad solo sus calzoncillos lo están,
Mira a Maite esperando que
sea Elisa, y se queda muy quieto, cada vez más pálido.
- ¿Qué...?
- ¿...hemos hecho?
***
- ¿Alguien ha visto a Blanca?
Todos miran a Leo y él,
sin darse cuenta de ello, se escoge de hombros.
- Es que se ha dejado su sudadera y no saben cómo localizarla para devolvérsela – explica Mario entrando en la habitación.
- Ni idea – repite Leo.
- Se habrá ido ya.
- Sí.
Todos se quedan callados,
hasta que Adrián habla con voz áspera.
- Yo se la puedo dar a África.
***
Se miran
fijamente durante unos segundos, hasta que ella dice molesta.
- Haz el favor de taparte... eso.
- “Eso” tiene nombre – dice mientras se pone su ropa interior.
- No empecemos con tonterías.
- Lo siento. Es que sigo borracho.
- ¡Dios, ¿cuánto bebiste anoche?!
- Lo suficiente como para acostarme contigo.
Maite lo mira
desafiante y sale de la habitación.
Arturo corre
hacia ella y le pide comida a base de ladridos.
- ¡Calla, perro! - le grita Esteban entrando en la cocina.
- No le hables así – dice ella sentada en el sofá, intentando relajarse para pensar.
- ¿Dónde tienes el café?
- En uno de los armarios de la cocina.
- ¿Con o sin leche?
- Con Acuarious.
***
- Afri, arriba, tienes que ir a ver a Adrián.
La
chica se levanta sin problemas, se viste rápidamente con un jersey
ancho de rayas beige y grises, unos vaqueros ajustados y unas botas,
desayuna, se peina con una coleta alta y sale de su casa sin
desayunar siquiera.
El
hospital no pilla muy lejos de su casa en coche, pero andando o en
autobús, que habría que hacer un enorme rodeo, el camino puede
hacerse realmente pesado.
Cuando
llega, paga al taxista, que al salir ella, parece silbar o murmurar
algo entre dientes.
Entra
en el hospital.
Al
primero al que ve es a Mario, que está comiéndose un enorme
bocadillo.
- Hola – dice hablando tapándose la boca.
- Hola, Mario – dice ella sonriendo.
- ¿Vienes a verlo?
- Sí, claro.
- Te acompaño – ambos andan juntos por el pasillo. Parece que lo han cambiado de habitación, porque la lleva a otra planta, más abajo.
- ¿Va todo bien? - dice mirándolo, lo serio que está de repente.
- Sí. Le darán el alta hoy – contesta secamente. Su voz retumba en la soledad de las escaleras.
- Ah, eso es bueno.
- Sí.
Al
llegar a la última planta, bajo el recibidor y la sala de espera, la
cafetería y los quirófanos para operaciones urgentes, ella ya sabe
que no la va a llevar con Adrián.
Y
en efecto, la hace andar hasta un rincón apartado del jardín, tras
una enorme fuente.
- Hola – saluda ella algo asustada, temiendo que vayan a hacerle algo.
Leo,
Guille y Alberto la saludan secamente y al mismo tiempo.
- África, a Adrián le van a dar el alta – empieza diciendo Leo.
- Sí, ya lo sé.
- Lo que significa que irá a vivir con sus padres adoptivos.
- Amanda y Joaquín, ¿no?
- Sí.
- Eso es bueno, ¿no? Quiero decir – rectifica al ver el semblante de los cuatro chicos - : estar en un hospital es algo triste y muy aburrido. Y si ya está bien, lo mejor es que vuelva a casa.
- Sí.
- Entonces, ¿qué hago aquí? ¿Qué pretendéis decirme?
- Bueno... es difícil de explicar... - dice Alberto apretando la mandíbula.
- Su padre no aparece.
- El... ¿el que le pegó?
- Sí, el único que tiene – dice Guille mirándola exasperado.
- Sí. Lo ha hecho porque no quiere ir a los tribunales... ni a la cárcel.
- ¿Adrián lo sabe?
- Sí.
- ¿Y se lo ha tomado bien?
- No del todo.
Ella
los mira algo confusa.
- Ese hombre está muy loco, África. Tiene miedo de que nos haga daño a alguno de nosotros por venganza.
- ¡Pero ¿qué venganza?! ¡Si Adrián no ha hecho nada!
- Te repito que está mal de la cabeza. Adrián le tiene mucho miedo – ella asiente, es normal, lo entiende - , y por eso, no quiere que volvamos a estar con él.
- ¿Por qué?
- Porque no quiere que su padre nos haga daño.
- ¡Eso es una tontería!
- África, es por nuestro bien...
- Tengo que ir a hablar con él, ahora mismo vengo.
***
Esteban,
sentado en el sillón frente al sofá en el que está sentada ella,
la observa.
Bebe
su lata de Acuarious y luego
se sirve una loncha de jamón serrano como remedio contra la resaca..
- Bueno, Esteban, ¿sabes lo que hemos hecho?
- Bueno, está bien claro que no hemos jugado a las casitas.
- No me refiero a eso. Quiero decir que yo he traicionado a una amiga y tú, a tu novia.
- Ya lo sé. Pero no podía pensar, estaba realmente borracho, apenas veía bien tu cara si no recuerdo mal.
- Ya, bueno. Yo estaba igual. Quizá estaba bastante desesperada...
- Quizá.
- Sí. Hugo me dejó hace poco...
- Ah, lo siento.
Maite
sonríe de medio lado.
- Tenemos que asegurarnos de que Elisa nunca sepa esto, le rompería el corazón.
- Yo no puedo evitar contarle lo que ha pasado... no tenemos secretos entre nosotros.
- Este es importante que no lo sepa, Esteban. Nunca, nunca puede saberlo. No quiero perderla.
***
- ¿Adrián?
La
chica entra en la habitación de hospital y lo ve, depié, vestido
con su ropa, en concreto la que llevaba cuando la besó.
- Hola, África – dice él muy serio - ¿cómo estás?
- Mal – él se gira y la mira muy serio, juntando el entrecejo – Me han dicho que no quieres volver a verme, ni a mí, ni a tus amigos de siempre.
- África...
- ¿Puedes explicármelo?
- No quiero que os pase nada.
- No nos va a pasar nada Adrián. Tu padre no nos puede tocar, estés tú o no lo estés.
- Mi padre es un loco que consigue todo en lo que se obsesiona. Si se obsesionara contigo... no sé lo que podría hacer, ni cómo me sentiría yo.
- ¿Cómo crees que puede llegar a tocarme siquiera? Estoy vigilada continuamente, llevo un especie de “Busca” en el móvil para que mis padres sepan dónde estoy en cada momento, y una llamada de mi madre cada hora, a la que si no contesto, la policía me dará por desaparecida.
- En una hora da tiempo a mucho...
- Adrián – dice ella muy secamente – tu padre no me va a hacer nada. Me niego a alejarme de ti ahora.
- ¿Por qué te importa tanto? Apenas me conoces.
Ella
traga saliva. Es cierto que no debería saberlo, pero Maite se lo
contó todo. Pese a ello, le molesta que diga eso.
- Te conozco más de lo que piensas. Y ante todo – se apresuró a añadir – eres mi amigo, y te quiero.
<<Amigo>>.
Esa palabra retumbó en la cabeza del chico con demasiada crueldad.
- Un amigo acepta las decisiones de su otro amigo.
- Un amigo no deja solo a otro amigo en un momento difícil.
Adrián
sigue guardando sus cosas en una maleta.
- Podemos seguir así todo el día.
- Podemos seguir juntos para toda la vida.
El
chico la mira lentamente, se acerca a ella y la envuelve en un
abrazo.
- África no pienso cambiar de idea. Quiero verte, a todas horas, no lo sabes... no entiendes lo que te aprecio. Voy a extrañarte, pero aún así, estaré seguro de que estás bien.
- Eso no es justo – dice ella apoyando más la cabeza en su pecho. Puede sentir sus acelerados latidos, los escucha y los vive igualmente – No pienso hacer nada de lo que me digas, ¿sabes?
- ¿Nada?
- Nada, nada en absoluto.
- Ámame – le dice él antes de besarla una última vez.
4 comentarios:
Oooooh que bonitoooooo Pero que no se alejen ¡¡tioooo!! no me parece justo. Y tampoco está tan loco su padre, ¿no? Etá borracho, pero ya está. No creo que los vaya a atacar ni nada... Adrián se está emparanoyando mucho, demasiado.
Jajaajaa cada uno con sus paranoyas no?
Elenaaaaaaaaaaaaa como no escribas un nuevo capítulo en cuanto vuelvas de tus vacaciones te mato. Que lo sepas. Avisada estás. ¡¡¡Que tengo que saber si termino saliendo con Mario!!! Jajaja ;)
no te me pongas nerviosa!!!
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